Capítulo 21 : El Príncipe de Viana
1. un príncipe “de artes, no de guerra”
2. un príncipe, de paciente a rebelde
3. un príncipe - rey de derecho - en las islas del Mediterráneo
4. rumbo al condado de Barcelona
5. don Carlos aclamado vuelve a prisión
6. muere don Carlos
7. los catalanes añoran a don Carlos y rechazan a don Juan
8. los catalanes en busca de un Señor
9. Castilla, Francia y Aragón deciden por Navarra
2 un príncipe, de paciente a rebelde
En una sección anterior, al exponer los “desaires legitimistas” en el siglo XV, se había comenzado a narrar el comienzo de las diferencias entre don Juan y su hijo el Príncipe, lo que retomamos aquí.
Desde el año 1439 en que casa el Príncipe, su padre el rey don Juan consiente en darle poderes de gobierno. Cuando su hermana la infanta Blanca casa en 1441 con el príncipe de Asturias, los Reyes de Navarra se desplazan a Castilla y el Príncipe queda a gobernar Navarra. Titulábase entonces: "Carlos por la gracia ..."
“Carlos por la gracia de Dios príncipe de Viana,
primogénito heredero é lugartenient por el seinor rey
mi muy redubtable padre é seinor en Navarra é duque de Gandía”
en cuyo título no se menciona que la reina natural era su madre Blanca, siendo su padre solamente rey consorte, prueba quizá de la debilidad en que el Príncipe tenía a la Reina y la preeminencia del poder político que otorgaba a su padre don Juan.
Fallecida la reina en 1441, en las Cortes que se tienen en Olite el 14 de diciembre de 1442 el príncipe Carlos - entonces rey de derecho - había ya protestado contra el uso indebido que su padre estaba haciendo de los derechos sucesorios. Pero fue a raíz del compromiso del segundo casamiento de don Juan en 1444 con Juana Enríquez y la posterior boda en 1447, cuando el descontento del Príncipe y de una parte de la nobleza navarra fue notorio, ya que don Juan continuó obligando al Príncipe a gobernar el reino en su nombre.
A partir de noviembre de 1450 - probablemente no antes - es cuando comienzan a verse algunas muestras de descontento de los nobles navarros. El 28 de noviembre, don Juan secuestra los bienes de Luis II de Beaumont y de otros nobles navarros que habían dado señales de ser “inobedientes”. Y en 1451, cuando don Juan envía a Martín de Ahaxe con 30 hombres para poner sitio a San Juan de Pie de Puerto para recuperarlo del señor Jean I de Luxe que se había rebelado en favor de don Carlos. Decía entonces don Juan:
“Mosen Joan seinor de Luxa,
fallesciéndonos de la sujeción natural et fidelidat en que á Nos es tenido,
et encorriendo en mal caso, et en el caso de lesa majestat,
furtiblemente nos furtó et tomó el nuestro castieillo et villa de San Joan de Pie del Puerto,
et robó á los vecinos de todos sus bienes,
et los sacó et fuera echó daqueilla, et de sus casas”
A pesar de la rendición de don Carlos en 1451, San Juan de Pie de Puerto persistía en su rebeldía y no sería ocupado por los agramonteses - fieles a don Juan - hasta el 2 de enero del año 1452 con ayuda del yerno de don Juan, el conde Gaston IV de Foix-Grailly. El propio don Juan acudió desde Sangüesa por el valle del Roncal, al final del asedio.
El 27 de marzo de 1451 don Juan dice en Briones que su hijo Carlos y los que estaban en su compañía habían vuelto a su obediencia y que las fortalezas que le habían arrebatado debían serle devueltas. Pero poco después, en el mes de mayo, don Juan decía en Tafalla que le habían avisado que el rey de Castilla y su hijo Carlos se habían aliado para hacerle la guerra. En efecto, don Carlos cuenta desde ese año con tropas castellanas a su servicio. En agosto avisan los de Tudela al rey viudo-consorte don Juan que las tropas de Castilla han entrado ya en Navarra “por entre Tudela y Zaragoza”.
Los castellanos de don Álvaro de Luna, hartos de la constante injerencia aragonesa en Castilla, habían ofrecido a don Carlos expulsar de Navarra a su padre. Las tropas del rey Juan II de Castilla estuvieron a punto de tomar Estella y tras el tratado de Puente de la Reina de 7 septiembre de 1451 - firmado por don Carlos en Estella y por Juan II de Castilla en Puente la Reina - los castellanos abandonan Navarra y es entonces definitiva la ruptura entre padre e hijo. Don Juan busca entenderse con el príncipe de Asturias don Enrique, heredero de Juan II de Castilla. Todo ello acabó provocando una guerra entre los nobles navarros partidarios del rey de derecho don Carlos - los beamonteses - y los partidarios de don Juan - los agramonteses -, dos bandos que se odiaban. Luchan continuamente y se instalará en Navarra un conflicto dinástico y civil interminable que desgastará el Reyno, hasta perder su independencia política en 1512.
Queriendo sostener su autoridad, don Juan ordena a su mujer Juana Enríquez desplazarse a Navarra para compartir el gobierno con su hijo Carlos. Esta humillación será el detonante que levante a los beamonteses contra don Juan. Juana Enríquez era mujer de carácter fuerte, decidido, que hubo de granjearle al poco tiempo las antipatías, más tarde odio, de los beamonteses. Los partidarios de don Carlos advierten a éste que había llegado el momento de no consentir una transgresión tan manifiesta de las leyes del Reyno y tan injuriosa a sus derechos hereditarios, protestando que si él no los defendía, ellos - los beamonteses - tomarían las armas. Don Carlos se vio obligado a escribir una carta a su padre en la que le decía que si hasta entonces había sacrificado sus derechos en obsequio del amor y de la reverencia filial, ya no le parecía poder hacer el mismo sacrificio por la ambición de una madrastra. Los beamonteses no tardaron en tomar por las armas Olite, Tafalla, Aibar y Pamplona.
Al inicio de las hostilidades, los beamonteses cercan a Juana Enríquez en Estella, situación que duró poco tiempo. El ejército de don Juan con sus leales agramonteses ponen sitio a Aibar, acudiendo allí don Carlos en socorro de la villa que estaba entonces a su obediencia. Allí es derrotado en la dura batalla que enfrentó a ambos ejércitos el 23 de octubre de 1451. Don Carlos fue retenido en el palacio de Tafalla en calidad de prisionero (2) juntamente con el condestable Luis II de Beaumont, los hijos de éste y otros beamonteses. Después es trasladado a Tudela, Mallén y Monterrey (Monroy) - en cuyo castillo firmó don Carlos las clausulas de la concordia -, posteriormente a Zaragoza, lugar donde permaneció confinado durante 20 meses hasta el mes de julio de 1453. En la prisión de Monroy comenzaría a escribir su “Crónica de los reyes de Navarra”.
Estando Carlos en prisión, nace el 10 de marzo de 1452 en la villa de Sos, en Aragón, el futuro rey Fernando el Católico, hijo del segundo matrimonio del rey-viudo consorte de Navarra don Juan y de Juana Enríquez (3).
En esta primera revuelta armada contra su padre, don Carlos había sido apoyado por los beamonteses y los castellanos. Tras ser tomado prisionero, los beamonteses, que se habían apoderado de Pamplona, se niegan a obedecer la orden de su rey Carlos de deponer las armas contra su padre. Don Juan se quejaba de ésto en noviembre de 1451:
“... fuemos vencedor,
et el dicto principe nuestro fijo es en nuestro poder, et en nuestra obediencia;
et aunque éste les habia mandado á la dicta ciudat (Pamplona), é fortaleza rebelladas,
volviesen á nuestra obedicencia non lo habian querido facer;
por lo que habia deliberado ir con la mayor gente que podiese,
et, si no se rendian,
facerles guerra cruel á fuego et á sangre”.
Después de la batalla de Aibar el caos reina en Navarra. Una guerra civil en la que agramonteses y beamonteses se entregan a robos y asesinatos entre ellos, viéndose los pueblos y villas obligados a tomar partido por unos o por otros, de modo que ningún rincón del Reyno pudo estar en paz. Durante la prisión de don Carlos puede decirse que hubo dos gobiernos en Navarra y esto continuó así durante prácticamente todo el siglo XV.
Finalmente, en el mes de mayo de 1452 Luis II de Beaumont, acepta la solicitud de las Cortes de Aragón para que “ciertas personas notables de Pamplona” vinieran a Zaragoza a tratar de la concordia del "Rey con el Príncipe". Pero la negociación se va a demorar y don Carlos seguirá cautivo. Es posible que los acontecimientos que se están viviendo entonces en Castilla - muy favorables para don Juan - hubieran influido para que éste considerara seriamente la liberación de su hijo, tras casi dos años cautivo.
Su gran enemigo, el valido del rey castellano, don Álvaro de Luna, tenía ahora los días contados. El Príncipe de Asturias con el marqués de Villena habían estado tomando cada vez más protagonismo en Castilla, ora acercándose al rey castellano cuando era conveniente, ora a la nobleza castellana, o a don Juan en Navarra y los “aragoneses”, o a la corona misma de Portugal. Don Álvaro cuenta ya poco en estas intrigas y es ahora considerado un usurpador, está en declive. Pocos discuten ya el derecho del príncipe Enrique a reclamar para sí el gobierno de Castilla. Su valido el marqués de Villena es muy hábil. El rey Juan II de Castilla ya no podrá evitar la presión que se le hace para ordenar la captura y procesamiento de don Álvaro. La nueva reina Isabel de Portugal presiona y conspira para que su esposo Juan II de Castilla sacrifique a su valido. Finalmente, el Rey ordena a Álvaro de Stúñiga prender a su Condestable pero avisa primero a éste para que se disfrace y huya. Don Álvaro resiste en su casa tres horas y finalmente rinde su espada a Stúñiga el 2 de abril de 1453.
Sin duda don Juan estaría eufórico con esta noticia y probablemente querría poner paz rápidamente en Navarra con su hijo Carlos para poder ocuparse a fondo de los asuntos castellanos, ahora que su gran enemigo don Álvaro había sido apartado del Rey y encontrándose nada menos que en prisión. A estos aconteceres en Castilla se unía en el tiempo el hecho de que el 11 de mayo de 1453 el Príncipe de Asturias - el futuro Enrique IV - había repudiado a su esposa la infanta Blanca de Navarra, obteniendo el divorcio el 27 de julio, lo que era claro indicio del alejamiento en que se encontraban entonces las casas de Castilla y de Navarra-Aragón (4).
Un mes después de que don Álvaro de Luna hubiera rendido su espada, el 1 de mayo de 1453, se llega a acuerdos en Zaragoza para lograr la libertad de don Carlos (5). Se acuerda que un tratado de paz debería firmarse en un plazo de no más de 60 días. Quedan para esto como rehenes el Adelantado Mayor de Castilla (Fernando de Rojas), el Condestable de Navarra Luis II de Beaumont con dos de sus hijos Luis y Carlos, Carlos de Cortes y cinco caballeros navarros más del bando beamontés. También se entregan los castillos de Artajona, el Pueyo y Dicastillo. De no llegarse a la paz en 60 días, don Carlos volvería a prisión y los rehenes serían liberados, pudiendo don Juan disponer de ellos a su libre arbitrio, así como los castillos de las tres villas citadas.
La euforia de don Juan probablemente continúa. Tras dos meses de dudas y vacilaciones, Juan II de Castilla firma la sentencia de muerte de su valido don Álvaro. Fue decapitado por orden del rey en el cadalso (6) en la plaza de Valladolid el 3 de junio de 1453 quedando sus bienes confiscados (7). Quizá por esta euforia y a pesar de que no se llegó a un acuerdo definitivo, don Carlos fue trasladado de la prisión de Monroy a la Aljafería de Zaragoza, haciendo don Juan entrega de su hijo al Consejo de los Cuarenta en la sala de Cortes.
El 12 de julio de 1453 es puesto en libertad, trasladándose don Carlos a Pamplona.
Con su puesta en libertad, no viene sin embargo la concordia y nadie cumple los acuerdos suscritos en la liberación de don Carlos. Por ello los rehenes seguían todavía en el año 1459 sin haber sido liberados de su compromiso de garantía. Don Carlos gobernaba desde Pamplona en un gobierno paralelo. Es el tiempo en que Enrique IV ha conseguido el 11 de mayo de 1453 anular su matrimonio con la infanta Blanca de Navarra que viene a Pamplona a encontrarse con su hermano Carlos tras la liberación de éste en el mes de julio.
El 7 de diciembre se acuerda una tregua por un año entre Castilla, Navarra y Aragón y entre don Juan y su hijo Carlos - tregua que confirmará Alfonso V el Magnánimo el 16 de marzo de 1454 - prorrogándose ésta hasta agosto de 1455. Dos días después de esta confirmación, el 18 de marzo de 1454, don Carlos se dirige a la frontera para encontrarse con su primo Enrique, el príncipe de Asturias.
El rey de Castilla Juan II muere poco después, el 23 de junio de 1454, antes de expirar la tregua de diciembre de 1453. Enrique IV, de 24 años de edad, es proclamado rey en el monasterio de San Pablo de Valladolid el mismo día de la muerte de su padre Juan II.
El 8 de septiembre de 1454 se firma en Ágreda (Soria) un tratado de paz entre Castilla y Aragón. Por él renunciaba don Juan a su herencia castellana a cambio de una subvención anual de cuatro millones de maravedíes. Medina del Campo, Olmedo, Roa, Cuéllar y Aranda pasan a manos del rey de Castilla. Peñafiel, donde había nacido el príncipe Carlos de Viana, pasa a manos del castellano Pedro Girón. Alfonso de Aragón, hijo en bastardía de don Juan, renuncia a la dignidad de Maestre de Calatrava pero a cambio recibe una importante pensión vitalicia.
Poco después, el 21 de septiembre de 1454, Alfonso de Aragón hacía treguas por 20 días en Estella con su medio hermano don Carlos. También firmaron por don Juan Mosén Pierres de Peralta y Mosén Juan Martínez de Artieda.
Pero don Juan tiene noticias fidedignas sobre nuevas preparaciones de guerra de los beamonteses. En efecto, ocurren numerosas batallas distinguiéndose el canciller del reino y merino de Tudela, Mosén Pierres de Peralta, el obispo de Pamplona Martín de Peralta y el mariscal Pedro de Navarra que habían reconquistado para don Juan numerosas plazas como Valtierra, Cadreita, Mélida, Santa Cara y Rada, quedando esta última arrasada en 1455 como la encontramos hoy en día. El 27 de marzo de 1455 los beamonteses toman de nuevo (anteriormente lo había sido en 1450) San Juan de Pie de Puerto.
En Estella se enfrentan decisivamente los dos ejércitos, quedando derrotada la causa de don Carlos que se refugia en Pamplona. Pero los beamonteses no se someten y no cejan en su empeño legitimista.
A la vista de los acontecimientos, don Juan toma decisiones drásticas sobre las que en realidad no tiene competencias ya que se mantiene en el trono ilegítimamente. A principios de diciembre de 1455 rubrica la “Concordia de Tafalla” en la que, todavía privadamente sin trascendencia institucional, reconoce a a su hija Leonor por heredera del trono navarro. En esta maniobra política - que probablemente buscaba asustar a su hijo y a sus fieles beamonteses - don Juan acordó con su yerno Gaston de Foix que le ayudara en la guerra contra su hijo Carlos. El conde tomó inmediatamente la zona de Ultrapuertos y entró con su ejército por Roncesvalles dirigiéndose hacia la zona de Lumbier, en donde había convenido encontrar a su suegro don Juan que también había hecho campaña guerrera por la zona de Sangüesa.
Aislado así Carlos de su hermana Leonor - aunque no así de su hermana la infanta Blanca que le sostiene - sufre de apesadumbramientos, aunque los beamonteses no pierden su espíritu legitimista que les ha animado hasta entonces y no tardarán en reaccionar. Don Carlos, cansado de luchas armadas que no van con su carácter, decide solucionar la discordia por vía diplomática.
Marcha a París y luego al reino peninsular de Sicilia - Nápoles - vía Roma, dirigiéndose a la corte de su tío Alfonso V el Magnánimo. En París estuvo en 1456 con el rey victorioso de la guerra de los Cien Años Charles VII a quien trató de convencer de mantener su alianza con Castilla y no cambiarla por acercarse a Aragón, su enemigo en Italia. También pidió al rey francés la restitución de Nemours que por razón de las guerras con los ingleses había sido tomada por Francia. En Roma fue recibido por el pontífice Calixto III - el primer papa Borgia, de ascendencia aragonesa y valenciana, elegido en 1455 - quien prefirió desentenderse y no le otorgó amparo.