Capítulo 21 :   El Príncipe de Viana

1 un príncipe “de artes, no de guerra”

Un año después de la boda de Blanca y Juan, nace el 29 de mayo de 1421 el primogénito Carlos en el monasterio dominico de los Frayles Predicadores de la villa de Peñafiel.



Cuando tiene dos años es trasladado a Navarra acompañado de su madre la reina viuda de Sicilia, Blanca, pasando a residir en los cercanos palacios de Tafalla y Olite, lugar donde nacen sus hermanas: Juana, que muere muy pronto (1423-1425) y las infantas Blanca (1424) y Leonor (1426). Tuvo como padrinos en su bautizo al rey Juan II de Castilla y al condestable don Álvaro de Luna. Su abuelo Carlos III el Noble quiso en vida ver reconocidos a su nieto los derechos al trono de Navarra por las Cortes reunidas en Olite el 11 de mayo de 1422.

“... recevir, jurar, a nuestro muy caro nieto
el infante don Carlos en heredero de nuestro regno,
desde agora pora empues dias,
et de la reina dona Blanca nuestra muy cara
e muy amada fija primogenita y heredera segun fuero...”


Carlos III instituye el Principado de Viana en favor de su nieto Carlos por Real Carta fechada en Tudela el 20 de enero de 1423. El ducado de Gandía lo recibirá de su padre don Juan a quien había sido cedido por su hermano el rey Alfonso V “el Magnánimo”.


El 8 agosto de 1428 las Cortes de Navarra convocadas por la reina Blanca I renuevan y revalidan el juramento de sucesión en el Reyno, hecho al príncipe de Viana como heredero del trono, en cuya posesión debería entrar después de la muerte de la Reina.

Casó el Príncipe Carlos el 30 de septiembre de 1439 en el Castillo de Olite con Inés (Agnès) de Clèves, hija del duque de Clèves y sobrina del duque de Borgoña Philippe III “le Bon” (1). Tenía entonces el Príncipe 18 años. Llegó Inés de Clèves por mar a Bilbao y salió a recibirla Juan de Beaumont, el Canciller del Reino. El Príncipe la recibió en el palacio de Estella. Poco más tarde fallecía su madre la reina Blanca en mayo de 1441 en Santa María de Nieva. Con tal motivo, don Carlos - con la venia paterna - pasó a gobernar Navarra.

A los nueve años de casados, el 6 de abril de 1448, moría Inés de Clèves “de penosa enfermedad” sin haber dado un heredero a don Carlos siendo enterrada en la Catedral de Pamplona. Don Carlos tenía 27 años cuando enviudó.

El Príncipe fue pródigo en amores, pero no volvió a casarse aunque hubo varios intentos de alianzas matrimoniales, entre ellas con la infanta Isabel, hermana consanguínea de Enrique IV de Castilla, la futura Isabel la Católica. Pero el rey viudo-consorte de Navarra, infante Juan de Aragón, no vió con buenos ojos aquél matrimonio que hubiera dado gran fuerza a don Carlos y procuró por todos los medios deshacer el compromiso tratando que casara con Catalina de Portugal, alianza que no era en cambio del agrado de Enrique IV de Castilla. Años más tarde Isabel casaría con Fernando, hermano consanguíneo de don Carlos, rey titular de Navarra.

Durante su vida don Carlos se vio envuelto en una serie de acontecimientos muy propios de aquellos tiempos, que han transmitido su nombre y su carácter magnificado en leyenda popular con que aún se le recuerda. Vivió la vida intensamente, en su mayor parte afrontando con dificultad y pesar las diferencias que tuvo con su padre. De carácter débil e irresoluto, conocedor del arte, culto y erudito, es el príncipe que vive ya el Renacimiento que anunciaba la corte de su abuelo Carlos III en Olite. El Príncipe fue bondadoso y sensual, liberal dentro de la concepción cristiana que profesaba, de gran dulzura y simpatía, amigo de la meditación, de la ilustración y de la cultura en sus más nobles manifestaciones. Fue también un inspirado poeta llegando a componer delicadas trovas. Poseyó una notable biblioteca en la que figuraban libros de teología, historia y literatura, casi todos escritos en latín y francés, citándose solamente uno en un romance español. Hasta el siglo XVI, el vascuence no había empezado a transmitir cultura escrita. Qué duda cabe que el Príncipe se hubiera interesado en escritos vascuences de haber éstos existido, ya que fue un habla solamente de uso común rural y familiar, en una parte importante de Navarra.

Tradujo las “Éticas” de Aristóteles comentadas - que se publican en Zaragoza en 1502 -, la “Condición de la Nobleza” de Angelo Milán. Y como creación propia y original escribió la “Crónica de los Reyes de Navarra”, “Milagros de San Miguel Celso”“Cartas a requestas poéticas” y algunos ensayos de oratoria, entre los que sobresale su “Lamentacion” a la muerte de Alfonso, su tío el rey aragonés. Escribió asimismo la “Epístola a los valientes letrados de España” y numerosas poesías en romance propio y catalán, que solía entonar acompañándose de la vihuela.

Su educación fue esmerada como correspondía a un gentilhombre y futuro rey. En Olite, su abuelo Carlos III el Noble se preocupó por él cuando era niño, así como su madre Blanca. Se conoce históricamente el nombre de una nodriza que tuvo, la señora de Pedro Gorría. El ambiente tranquilo en que se educó entre ejercicios físicos (remo, caza, viajes a caballo), estudios literarios y cuidados de su madre, hicieron de él un joven tranquilo y amante de la paz. Fue aficionado a los animales, con los que llegó a formar un parque zoológico en Olite donde había camellos y leones.

Habló correctamente cinco lenguas. Fue especialmente aficionado a la música que componía él mismo tocando, entre otros instrumentos, la vihuela y el arpa, aprendiendo también a danzar. Era frugal en sus comidas, le gustaba vestir bien, montaba muy bien a caballo y tenía dos lebreles favoritos. Era también amante de la pintura y él mismo gustaba pintar.

Su vida fue tranquila hasta que la política paterna y la muerte en 1441 de su madre la reina Blanca le lanzaron a la vida de intrigas y guerras civiles. Hasta entonces todo habían sido ejercicios, caza, estudios, fiestas, lecturas, música, excursiones y viajes.

En su escudo de armas traía por divisa dos lebreles que reñían entre sí por un hueso, lo que representaba la porfía que los reyes de Francia y de Castilla tenían por el Reino de Navarra. Una leyenda escrita en su escudo junto a los dos perros lo confirma:

utrinque roditur”

( por todas partes me roen)