Capítulo 10 :   La dinastía de Navarra restaurada

La historia común de Aragón y Navarra durante el período transcurrido desde el siglo X hasta el fallecimiento de Alfonso el Batallador en el año 1134, nos debe dar una idea de la influencia recíproca que necesariamente hubo de haber existido en todos los órdenes entre ambos reinos cristianos, incluso en las hablas romances de los dos territorios. Y así se constata que numerosos rasgos del romance navarro coinciden con el romance aragonés a lo largo de toda la Edad Media. Hoy día la fonética en el valle del Ebro tiene una fortísima semejanza en Navarra y en Aragón, sin olvidar La Rioja de Alfaro Nájera.

Ambos reinos toman desde el año 1134 rumbos separados hasta Fernando el Católico que los unirá de nuevo en España a partir del año 1512. Serán cerca de cuatro siglos que van a tener características distintas de los más de tres siglos que ya hemos recorrido en este ensayo sobre la Historia Medieval del Reyno de Navarra.

1. García V Ramírez “el Restaurador”
2. Sancho VI “el Sabio”
3. Sancho VII “el Fuerte”

García V Ramírez “el Restaurador”

García V era hijo de Ramiro Sánchez, señor de Monzón fallecido en el año 1116 (1) y que había casado con una hija del Cid Campeador llamada Cristina (Elvira en el Poema del mío Cid). Ramiro Sánchez era hijo de Sancho Garcés de Navarra, señor de Uncastillo y de Sangüesa que había casado con Constanza, hija de Sancho señor de Marañón. Este Sancho Garcés de Navarra había muerto en el año 1083 en el castillo de Rueda en una emboscada del rey moro de Zaragoza. Sancho Garcés es considerado hijo ilegítimo del rey García III Sánchez “el de Nájera” y por consiguiente hermano bastardo de Sancho IV Garcés, despeñado en Peñalén el año 1076.


 

García V Ramírez "el Restaurador"
estatua colocada en el Paseo de Sarasate de Pamplona
 

La dinastía es pues restaurada en un sobrino nieto, por línea directa no legítima, del último soberano de Pamplona. García V Ramírez “ el Restaurador” había luchado junto a Alfonso el Batallador con quien se encontraba cuando fueron derrotados por los almorávides en el año 1134.

La reconstrucción del ejercicio de la autoridad en el viejo reino no sería tarea fácil para el nuevo monarca y tampoco lo sería conseguir el respeto y la colaboración de sus vecinos, especialmente para mantener la integridad territorial de Navarra respecto a Castilla. Muchas cosas habían cambiado en el siglo XI en Europa y las nuevas actividades económicas que habían ido de la mano de la constitución de aglomeraciones urbanas, con un fuerte contenido de pobladores inmigrantes de otras latitudes, necesitaban una regulación jurídica sobre lo que se carecía de experiencia.

La fidelidad de los nobles pamploneses, acostumbrados ahora a moverse continuamente fuera de sus “tenencias” en las correrías y conquistas de los reyes aragoneses, no seguiría en adelante las pautas de comportamientos estables y leales, siempre en el marco de una estricta organización militar, de aquellos tiempos de Sancho el Mayor. También habría que reconstituir una hacienda real independiente de Aragón, con cuyo reino habría que dirimir además no pocas ambigüedades fronterizas. Las cuestiones religiosas seguían siendo muy importantes y aparecía ahora el papado de Roma, no solamente como un elemento nuevo a tener en cuenta en las relaciones entre la realeza, la vida monacal reformada y los episcopados, sino también como un poder hostil que buscaba hacer cumplir el testamento de Bayona de Alfonso “el Batallador” que beneficiaba a las órdenes militares.

Todas estas eran tareas que no podrían ser afrontadas solamente por García “el Restaurador” y algunas de ellas serían llevadas a cabo por su hijo Sancho VI “el Sabio” y su nieto Sancho VII “el Fuerte”. El denominador común de estos tres reinados será la búsqueda de paz y estabilidad con los vecinos reinos de Castilla y de Aragón, que desde el regicidio del año 1076 en Peñalén, habían visto una Navarra débil, encerrada en sí misma y sin posibilidades fronterizas de expansión a costa del mundo musulmán. A lo largo de estos reinados, no menos de cinco veces llegan los castellanos y los aragoneses a acordar un reparto de los territorios de Navarra.

El Restaurador era consciente de que la negación del testamento de Bayona de Alfonso el Batallador por los nobles navarros le había convertido jurídicamente de facto en un “monarca electo” ya que en pura legitimidad los derechos sucesorios - descartada la línea directa de los infantes Sancho y García - recaían a la muerte de Sancho IV “el de Peñalén” en el rey de Castilla Alfonso VI, con preferencia sobre el abuelo de García, Sancho Garcés, señor de Uncastillo y Sangüesa. De modo que Alfonso VII de Castilla, nieto de Alfonso VI, y coetáneo de García “el Restaurador”, tenía un derecho vigente no por monarquía electiva sino por legitimidad hereditaria. Cuando en el año 1135, Alfonso VII exige a García de Navarra rendirle vasallaje, éste lo acepta consciente de la necesidad de entrar en una prudente vía diplomática de sumisión hasta sentir su trono consolidado. En el año 1130 había casado con Margarita de Aigle cuya abuela Beatriz de Roucy era hermana de Felicia, la esposa del rey Sancho I Ramírez de Aragón y Navarra (2).

Uno de los primeros actos del rey García, una vez coronado rey en Pamplona, fue la fundación del monasterio de Santa María de la Oliva (1134), encomendado a la Orden del Cister que comenzaba a florecer en Navarra.

La resolución de los litigios fronterizos era sin duda lo más urgente de resolver pues de lo contrario las lealtades nobiliarias serían cuestión personal de cada “tenente” y no podrían encontrar cauce definitivo en aquellas zonas sin un acuerdo sellado entre los reyes. Así por ejemplo, inicialmente optaron, entre otros, por el rey Ramiro los “tenentes” de Valtierra, Arguedas, Cascante, Monteagudo, Tarazona, Mallén, EjeaAlfaro Cervera del Río Alhama. Mientras que optaban por el rey García, entre otros, los “tenentes” de SangüesaUjué, Funes, VillafrancaArnedoCalahorraTudela (3) e incluso Monzón, en donde el propio rey navarro había sido “tenente” de esa plaza (1131-1134) en tiempos del reinado de Alfonso I el Batallador.

El pacto de Vadoluengo de enero del año 1135 vendría a delimitar las fronteras entre Aragón y Navarra.


La frontera entre los reinos se trazó en Vadoluengo por la divisoria de aguas de los valles de Salazar y Roncal, quedando este último valle con Aragón. Desde Bigüezal la frontera venía por el río Salazar hasta encontrar el río Irati. La frontera seguía entonces por los cauces de los ríos Irati, Aragón y Ebro hasta Tudela. Se acordó sin embargo mantener como enclaves recíprocos las tenencias que anteriormente habían existido en cada territorio según había dispuesto Sancho el Mayor. No obstante lo acordado como frontera divisoria, el rey navarro consiguió en Vadoluengo recibir en feudo el valle del Roncal y algunas plazas como Villafranca (Alesves), Cadreita y Valtierra. Petilla de Aragón quedó con Navarra por haber sido antes propiedad del rey García “el de Nájera” pero en los conflictos fronterizos que se registraron entre 1141 y 1143 esta plaza fue conquistada por Aragón. Volvería a Navarra a principios del siglo XIII con Sancho VII “el Fuerte”. El importante monasterio de Leyre quedó con el rey Ramiro y sus documentos están por él calendados hasta el año 1137 en que Leyre pasa al señorío de Pamplona.

El pacto de Vadoluengo había determinado también la relación jerárquica entre ambos reyes.

Ramiro II, por herencia de su hermano Alfonso el Batallador, confirmó una preeminencia sobre García Ramírez pero el pacto fue válido para refrendar la posesión por parte de éste del trono navarro. Del mismo modo que el alumbramiento del Reino de Aragón, tras la muerte de Sancho el Mayor e incluso de su hijo García III Sánchez “el de Nájera”, no había sido algo instantáneo y automático, sino gradual y conseguido con tiempo y diplomacia por los reyes aragoneses, podría decirse que ahora el alumbramiento o “restauración” de la dinastía navarra en su trono también habría de ser un proceso que iría consolidándose poco a poco. Y en este proceso el último reconocimiento vendría del pontífice de Roma no antes de finales del siglo XII.

Aunque los reyes navarros habían detentado tradicionalmente el título de " Pampilonensium rex", ”rey de los pamploneses” o más tarde “rex in Pampilona et in Naiera”“rey en Pamplona y en Nájera”, los historiadores hablan más bien del "reino de Pamplona". La dinastía navarro-aragonesa (1076-1134), por Sancho I Ramírez, había entablado en Roma (1068 y 1071) una firme alianza y relación privilegiada con el pontífice Alejandro II, otorgando a éste una subordinación vasallática. Cuando a la muerte de Alfonso el Batallador (1134) los navarros y los aragoneses descartan su testamento, el papado niega formalmente el título de "rex" a la dinastía navarra restaurada en García V Ramírez. Roma califica entonces solamente de "dux" o jefe militar al rey de los pamploneses. Será su hijo Sancho VI el Sabio el que cambiará en el año 1162 el título de "rex Pampilonensium" por el de "rex Navarrae" o “navarrorum rex” que Roma aún tardará al menos treinta años en aceptar formalmente el año 1196, bajo el reinado de Sancho VII “el Fuerte”.

Poco después del pacto de Vadoluengo, en el mes de mayo de 1135, se firma el acuerdo de Nájera en que el rey navarro se declara vasallo del rey castellano Alfonso VII por sus territorios en Pamplona, no por los de la ribera del Ebro y Tudela, acordando algún tipo de reglas de juego - que no se conocen bien - para repartirse las conquistas que pudieran llevarse a cabo en el valle del Ebro y Zaragoza. Este acuerdo de Nájera revivía el vasallaje que había prestado Sancho I Ramírez Alfonso VI por el “condado de Navarra” y que aunque pesaría sobre García durante todo su reinado, constituyó la mejor garantía para mantenerse en el trono y consolidar una difícil “restauración” en Pamplona.

No obstante este buen comienzo de entendimiento con Aragón y Castilla, se suceden a partir del año 1136, durante aproximadamente diez años, enfrentamientos con ambos reinos vecinos que habían acordado secretamente en el tratado de Carrión de los Condes, de 22 de febrero de 1140, repartirse entre ambos el reino de Navarra. Durante el período 1137-1140 los conflictos fronterizos habían sido continuos e incluso en una ocasión el rey García penetró hasta Jaca incendiándola. El 11 de agosto de 1136 el rey Ramiro II ha visto nacer a su hija Petronila y un año después - el 11 de agosto de 1137 - se firman los esponsales en Barbastro, comprometiéndose al conde de Barcelona Ramón Berenguer IVTras los acuerdos de Carrión, el ataque a Navarra vendrá dado precisamente por el conde catalán que había recibido de Ramiro II el gobierno de Aragón el 13 de noviembre del año 1137, retirándose poco después Ramiro al convento de San Pedro de Huesca en donde murió en agosto del año 1157, estando allí enterrado con su hermano Alfonso I el Batallador. Las tropas de Berenguer llegan hasta Pamplona y derrotan al rey García en Ejea de los Caballeros.

Por ese tiempo Alfonso VII de Castilla concierta con García V de Navarra el matrimonio de sus hijos respectivamente Sancho "el Deseado" Blanca (4) que habría de celebrarse en Calahorra el año 1151, ya después de muerto el rey navarro en 1150. Por otro lado, para refrendar la tregua suscrita el año 1143, el 19 de junio del año 1144 casa el rey navarro - que había enviudado en mayo del año 1141 de la reina Margarita de Aigle - con Urraca Alfónsez, hija natural del rey Alfonso VII. La paz entre Navarra y Castilla se firmará en San Esteban de Gormaz en noviembre de 1146. La paz con Aragón vendría más tarde, el 1 de julio de 1149.


Alfonso VII había recuperado Logroño de manos de García V Ramírez, acordándose en la tregua de 1143 crear el “reino de Nájera” que quedará bajo el gobierno de los castellanos.

Durante los cuatro años siguientes - hasta la muerte del rey navarro el año 1150 en Lorca - los conflictos entre Aragón, Navarra y Castilla son aparcados para unirse los tres reinos en una lucha contra los almorávides. El rey García participa en la campaña de Almería de octubre de 1147, cuya destrucción era buscada por el conde Berenguer de Barcelona ya que, siendo nido de piratas que atacaban los puertos del Mediterráneo, era también el principal puerto utilizado por los musulmanes. Las ciudades de Génova y Pisa sufrían también de los ataques de estos piratas desde Almería y por ello participaron en esta campaña numerosos comerciantes genoveses y pisanos, incluso franceses y portugueses. Los nobles navarros apoyan decididamente estas campañas de reconquista pues para ellos es una fuente de ingresos y de honores.

El rey García cabalgaba el 21 de noviembre de 1150 de Estella a Pamplona cuando su caballo lanzado al galope cayó y fue muerto. Le sucedió su hijo Sancho VI que será un rey transcendental para Navarra y reinará hasta el año 1194.