Capítulo 22 :   Las guerras en Castilla y la "Beltraneja"

1. repudio de Blanca de Navarra y la indecisión sucesoria en Castilla
2. los vascos defienden sus intereses
3. las Vascongadas por las causas de Castilla

1 repudio de Blanca de Navarra y la indecisión sucesoria en Castilla

El Príncipe de Asturias don Enrique había disuelto el 11 de mayo de 1453 el matrimonio sin descendencia con su primera esposa Blanca de Navarra. Era ésta hija de la reina Blanca I de Navarra Evreux y del infante Juan de Aragón, hermana del Príncipe de Viana - que se encontraba todavía prisionero de su padre don Juan tras la batalla de Aibar - y nieta de Carlos III el Noble. Ante el número creciente de partidarios en favor de los hermanos consanguíneos de don Enrique - Isabel Alfonso - para hacerse con la corona de Castilla, el marqués de Villena había aconsejado al Príncipe de Asturias casar de nuevo para proveer de heredero a la corona. 


Enrique IV de Castilla

Tras la muerte de Juan II en 1454, Enrique IV casa en segundas nupcias, el 21 de mayo de 1455, con la princesa portuguesa Juana que por entonces tenía 16 años, hermana del rey Alfonso V de Portugal. Tras la virtuosidad de su primera esposa la reina Blanca, la corte de Castilla, inducida por el propio Rey, ampara un ambiente de galanteos cortesanos que testigos de la época calificaron de escandaloso, llegándose incluso a asediar y violar los deberes conyugales de la joven reina portuguesa. El Rey otorga abiertamente sus favores a la bella dama de la corte Guiomar de Castro a quien puso casa y criados cerca de palacio. Las instigaciones del Rey debieron de dar su fruto pues la Reina - a creer a su contemporáneo y testigo Alonso de Palencia - acaba entregándose complacida a los favores de los privados del monarca. Se cuenta que la joven princesa portuguesa se había presentado en Castilla dos meses después de su casamiento acompañada de un séquito de “jóvenes y hermosas damas” cuyas costumbres causaron “asombro, deleite y escándalo entre los adustos caballeros castellanos que no estaban acostumbrados a las liberalidades de que hacían gala, encanto y señuelo las hermosas damas portuguesas (1).

Cuando a principios de 1462 la reina Juana da a luz una niña ("ha partir hun filla"), también llamada Juana, las murmuraciones del pueblo relacionan este nacimiento con intimidades de la Reina con el palaciego Beltrán de la Cueva (2) que más tarde obtendría la privanza del Rey. Don Beltrán se había ganado de tal manera la confianza del matrimonio real que:

“demostraba
tanto amor al Rey
que parecía devoción
y
tanta devoción a la Reina
que parecía amor”

La infanta llevará ya siempre el apodo de la Beltraneja y se convertirá en eje de los acontecimientos que traerán inestabilidad política, social y dinástica en Castilla.

Enrique IV destituyó al marqués de Villena por no haberle aconsejado bien en relación con la oferta catalana y navarra de hacerse con aquellos territorios, y puso en su privanza a don Beltrán de la Cueva. Ante esta afrenta real, el de Villena formó un partido enemigo del nuevo valido, tratando entonces de impedir que Juana la Beltraneja fuera nombrada heredera de la corona y proponiendo en cambio como heredero al infante don Alfonso, hermano consanguíneo del Rey. Era éste fruto del segundo matrimonio de Juan II de Castilla con Isabel de Portugal, padres asimismo de la futura reina Isabel la Católica.

Enrique IV se aviene en un primer momento a que su medio hermano Alfonso sea declarado heredero, pero a condición de casar con Juana la Beltraneja y evitar así conflictos dinásticos. Pero poco después el Rey anula lo pactado y presionado por su esposa portuguesa y don Beltrán de la Cueva, nombra heredera al trono de Castilla a la Beltraneja que es reconocida como tal por las Cortes de Castilla. Pero Enrique IV declara de nuevo heredero al infante don Alfonso.


princesa Juana
reina de Portugal
"la Beltraneja"

Hasta la muerte - supuestamente envenenado - del infante don Alfonso en julio de 1468, todo en el reino fueron intrigas, agitación y sucesos deplorables, incluso en los campos de batalla como en Olmedo, entre bandos de la nobleza que buscaban derrocar la autoridad de Enrique IV, en gran medida devaluada desde el comienzo de su reinado por el desgobierno que presidió.

A la muerte del infante Alfonso, los nobles rebeldes no se desaniman y proponen la corona a su hermana Isabel que se niega a obtenerla en rebeldía contra su medio hermano el Rey. El de Villena pacta con Enrique IV deponer las armas si Isabel es nombrada heredera. Por el tratado de los Toros de Guisando en Ávila (1468), Isabel es finalmente nombrada heredera con el compromiso de no ser forzada a contraer matrimonio en contra de su voluntad, pero tampoco debería casarse sin el consentimiento del Rey (3). De esta forma se postergaron otra vez más los derechos de la Beltraneja. Aunque tampoco este nombramiento sería definitivo, pues el Rey volvería de nuevo a apoyar más adelante a la Beltraneja.

Isabel había rechazado la propuesta de matrimonio con Alfonso V de Portugal, por la diferencia de edad entre ambos, pero no puso ningún reparo a los planes secretos de matrimonio con el infante Fernando de Aragón, que se llevarían a cabo sin el conocimiento de su hermano el rey Enrique y en contra de lo pactado en los Toros de Guisando, y que cristalizaron el 7 de enero de 1469 en las Capitulaciones de Cervera que firmaron por Aragón Juan II y su hijo el infante Fernando. Avanzado el año 1469 Fernando se trasladó disfrazado de mozo de mulas con una expedición de comerciantes aragoneses hasta Dueñas (Valladolid) donde le esperaba la infanta Isabel. El día 19 de octubre se celebran los esponsales una vez obtenida la dispensa papal necesaria por la consanguinidad de los esposos. La bula papal que el arzobispo de Segovia Pedro Carrillo mostró a los novios resultó ser falsa, aunque el papa Sixto IV no puso obstáculos para otorgar su posterior consentimiento.

los Reyes Católicos

Cuando Enrique IV conoce el enlace principesco por una carta que le escribe su hermana Isabel y que el matrimonio ya había sido consumado, da por incumplido el tratado de los Toros de Guisando (1468) y nombra de nuevo heredera a la princesa Beltraneja que tenía entonces seis años de edad.

En 1473 se entrevistan en Segovia Isabel y Enrique IV, quien pareció desdecirse una vez más de su última decisión y se comprometió a reunir las Cortes para que juraran a Isabel como heredera del trono. Pero Enrique fallece el 11 de diciembre de 1474 sin haber formalizado este asunto (4). Con él se extinguió la línea masculina de los Trastamara en Castilla. Al no quedar clara la sucesión, los partidarios de Isabel y los de Juana la Beltraneja se enfrentaron en una guerra civil que duró siete años.