Capítulo 28 :   Navarra en la Corte de Nerac

1 Margarita de Angulema

Al enviudar del duque Charles IV de Alençon, poco después de su deshonrosa huida de Pavía en 1525, Margarita tiene a su hermano menor, el rey de Francia François I, prisionero de Carlos V en la Torre de los Lujanes en Madrid. Estando allí cautivo desde el 12 de agosto de 1525, viene Margarita en septiembre para consolarle y negociar con el emperador Carlos V los términos de su liberación.

De vuelta a Francia, François I casa a su hermana en 1527 en segundas nupcias con el rey Enrique II de Navarra a quien le unía una gran amistad y que también había sido hecho prisionero en Pavía, aunque había podido escapar. Fijan tras la boda su residencia real en el castillo de Nérac. La ambición de Enrique es recuperar el trono de Navarra y hará tentativas armadas (1521) e intentos por vía de alianzas matrimoniales que se han explicado anteriormente, pero fracasará en ellos. En cambio Margarita lleva dentro de sí el ambiente humanista del Renacimiento y convertirá la corte de Nérac en un importante centro de cultivo y difusión de ideas innovadoras de la época, tanto en las artes literarias como en las de reforma de la religión.

 

château de Nérac

En el período en que Margarita es foco de atracción en Nérac (1530-1547), la frontera entre “reforma dentro de la continuidad” y “reforma herética” es vaga y borrosa. Hubo hasta aproximadamente el año 1550 reformadores "ávidos de reforma" pero que no deseaban la ruptura con la Iglesia de Roma. La ortodoxia no se fija y define con precisión hasta los años 1550-1565. Las reformas buscadas dentro de la Iglesia desde el Cisma de Occidente y particularmente en el tiempo de los papados de Alejandro VI Borgia y Julio II Della Rovere, llevan el germen de ambas opciones, la “reforma protestante” y la “reforma católica” (la “contrarreforma”). Muchos de los que se habían acercado a Lutero por simpatizar con sus críticas al papado, vieron luego con irritación su heretismo protestante y no quisieron separarse de Roma, convirtiéndose no pocas veces en los más fieles valedores del papado. También ellos llegaron a pensar que debía ponerse la Biblia en la vanguardia de la vida cristiana, pero contrariamente a los luteranos y calvinistas, debía ser leída en las iglesias y no ser interpretada de forma individual.

Si se admite que al mismo tiempo que avanzaba la “reforma protestante”, avanzaba también en paralelo una “reforma católica”, se comprende mejor la actitud religiosa de Margarita de Navarra, católica y abierta a la vez a las reformas. El caso de su hija la reina Juana III de Navarra Albret es otro muy distinto, por su notable extremismo y violencia en la práctica del protestantismo francés, el hugonotismo. Aunque Margarita no abandonó la religión católica, fue sin duda un agente privilegiado para inducir a su familia - y en particular a su hija la reina Juana - a apoyar abiertamente la causa hugonote en las guerras de religión que no tardarían en destruir Francia en las décadas siguientes.