Capítulo 21 : El Príncipe de Viana
1. un príncipe “de artes, no de guerra”
2. un príncipe, de paciente a rebelde
3. un príncipe - rey de derecho - en las islas del Mediterráneo
4. rumbo al condado de Barcelona
5. don Carlos aclamado vuelve a prisión
6. muere don Carlos
7. los catalanes añoran a don Carlos y rechazan a don Juan
8. los catalanes en busca de un Señor
9. Castilla, Francia y Aragón deciden por Navarra
9 Castilla, Francia y Aragón deciden por Navarra
El conflicto primario - la lucha entre don Juan y su hijo Carlos de Viana - había dejado de ser únicamente navarro tomando un cariz y una importancia, primero nacional, pero que ya apuntaba hacia futuros conflictos europeos. Sirva de ejemplo que Luis XI de Francia quisiera aprovechar la coyuntura que le es favorable por la debilidad de don Juan en el Principado catalán para exigirle garantías de acceso al trono navarro de sus súbditos los condes de Foix. Para el rey de Francia, su apoyo a la candidatura de sus vasallos para ocupar el trono de Navarra era solamente un preludio de sus verdaderas intenciones de ampliar sus dominios reales.
Fallecido Carlos de Viana en 1461, don Juan y Luis XI acuerdan a principios de 1462, según el tratado de Olite, que el trono de Navarra pasaría en su momento a la infanta Leonor casada con el Gaston IV conde de Foix, desairando de esa manera los derechos sucesorios de su hermana mayor doña Blanca. Los reyes se habían encontrado en un lugar muy cercano de Sauveterre de Béarn bajo los auspicios del conde de Foix y fue allí donde se concertó además el compromiso de Luis XI de aportar 7.000 hombres en cuanto lo pidiera don Juan para su campaña en Cataluña y el pago de 300.000 escudos (200.000 doblas) de oro. Luis XI sabía que don Juan no podría hacer frente a su reembolso en el plazo de 10 años que se le había dado y obtuvo como garantía los castillos de Perpignan y de Collioure así como las rentas ordinarias de Cerdaña y Rosellón. Don Juan solicita poco después la ayuda de Luis XI en ocasión del asedio a la reina doña Juana Enríquez en Gerona que se ha descrito antes.
Sauveterre de Béarn
El 22 de marzo 1462 acuerdan Enrique IV y Juan II abandonar aquél todas las fortalezas que ocupaba en Navarra, excepto Viana. Juan II restablecía en esa ocasión a los beamonteses en todas sus posesiones, incluyendo la espada de Condestable que tradicionalmente había pertenecido al conde de Lerín, jefe de la facción beamontesa.
La guerra catalana había tenido también el efecto de contagiar los condados de Cerdaña y Rosellón que en su revuelta habían roto su vasallaje con don Juan y expulsado a los franceses. Luis XI envía de inmediato a Jacques de Armagnac, duque de Nemours, quien toma Perpignan y Puygcerda, rindiéndose también los condados a los franceses. Luis XI les dijo entonces que habían abandonado a su Señor soberado, el rey de Aragón, y que se encontraban sin Señor, por lo que en adelante lo sería Él mismo por derecho de conquista. Los acuerdos del encuentro de Sauveterre quedaban así rotos y olvidados.
La última aventura de Juan II fue un intento inútil de querer recuperar el Rosellón y la Cerdaña. Sería Fernando el Católico el que resolvería el asunto en la sentencia arbitral de Guadalupe (1486) tras la segunda guerra de “remensa” (1484-1485) y en el tratado de Barcelona de 1493.
A Juan II le llegó la muerte en Barcelona el 19 de enero de 1479, a los 82 años de edad, siendo enterrado en Poblet.
Juan II fue un rey de gran talento y visión política, inquieto y turbulento, sensual, avaro y autoritario, distinguido por sus contemporáneos con el título de el Grande. Su hijo Fernando por su herencia y su matrimonio con Isabel de Castilla se convirtió en rey de Castilla, Aragón, Sicilia y Nápoles. Su hija Leonor nacida del matrimonio con Blanca I de Navarra heredó el reino de Navarra, pero reinó solamente unos días y por su matrimonio con el conde de Foix, llevó la corona de Navarra hacia derroteros franceses.
Tres generaciones de la misma familia Trastamara castellana - por la rama adoptada aragonesa - decidirán el rumbo de España en el siglo XV: Fernando de Antequera, sus hijos Alfonso y Juan y su nieto Fernando, el Rey Católico.