Capítulo 21 : El Príncipe de Viana
1. un príncipe “de artes, no de guerra”
2. un príncipe, de paciente a rebelde
3. un príncipe - rey de derecho - en las islas del Mediterráneo
4. rumbo al condado de Barcelona
5. don Carlos aclamado vuelve a prisión
6. muere don Carlos
7. los catalanes añoran a don Carlos y rechazan a don Juan
8. los catalanes en busca de un Señor
9. Castilla, Francia y Aragón deciden por Navarra
7 los catalanes añoran a don Carlos y rechazan a don Juan
Juan II había heredado de su hermano Alfonso V “el Magnánimo” un legado catalán envenenado. La muerte de don Carlos y la actuación de Juan II incumpliendo lo pactado con su hijo provocan una guerra civil catalana que coincide con los levantamientos iniciados en 1462 por los payeses de remensa. El conflicto comienza en el Rosellón y el Ampurdán y polariza las comarcas catalanas durante un largo período de diez años (1462-1472).
Por un lado la Biga fortalece sus posiciones en 1461-1462. Representa el patriciado urbano - la nueva clase social, la burguesía urbana - y la baja nobleza que aspiraban a gobernar el Condado con las Cortes Catalanas y la Generalidad en un sistema de “pactismo” con mínima presencia real. Por otro lado los “remensas” y “buscaires” - de la facción llamada Busca - que comprendía la alta nobleza, el clero rural, buena parte de los “payeses de remensa“, los “menestrales” y los artesanos urbanos, más inclinados a ver la solución en el “autoritarismo” del poder regio, que lo preferían a la intromisión feudal de los señores. Cuando Juan II quiso apoyarse en el secular descontento de los payeses levantándolos en armas, provocó la guerra civil (16).
A la muerte de don Carlos, sus consejeros catalanes se sienten vulnerables y buscan de inmediato protección contra posibles represalias del rey don Juan. Luis XI de Francia (1423-1461-1483) acababa de acceder al trono a la muerte de su padre Charles VII “el Victorioso”. No había acabado de renovar un pacto de amistad con don Carlos de Viana cuando éste muere. Inmediatamente, los consejeros de don Carlos le escriben una carta que se dice conmovió al rey francés pues profesaba éste verdadera y profunda amistad y afecto a Carlos. Decía así la carta:
“Sérénissime prince,
très excellent et très chrétien roi et seigneur,
non sans très grande douleur et déchirement de coeur,
nous venons annoncer à votre très excellence seigneurie cette triste
et douloureuse journée sans pareille, celle de la mort de l’illustrissime seigneur,
votre cousin, l’infant Carlos, primogénit d’Aragon et de Sicile, notre seigneur si cher,
lequel, accablé de grave et mortelle maladie,
après avoir reçu avec grande dévotion tous les sacrements de la Sainte Église,
mercredi 23 du présent mois (septembre), à trois heures après minuit,
rendit glorieusement et piteusement son âme à Dieu, laissant les siens désemparés,
dans une telle tribulation que les mots sont insuffisants pour en traduire l’angoisse:
ses serviteurs, avant de trépasser, il les a, en présence de témoins oculaires,
recomandés à Votre Altesse.
C’est pourquoi, seigneur très vertueux, n’ignorant pas ce qu’étaient la foi et l’espérance
que ledit seigneur avait mises en Votre Majesté,
il a paru à nous, membres de son conseil, que le cruel malheur de cette journée
devait être notifié à Votre Altesse,
en la suppliant, dans notre désarroi et notre infortune,
qu’en raison de son infinie vertu et de l’amour qui existait
entre ledit seigneur et votre personne royale,
elle daignât nous avoir en spéciale recommandation et protection”
Esta carta habría hecho comprender a Luis XI que se encontraba ante una ocasión inesperada para poder intervenir en la Península, con el objetivo puesto en ampliar su reino, o al menos ejercer mayor influencia en el rumbo de sus vecinos. El Reyno de Navarra y el Principado de Cataluña eran dos objetivos contemplados por el rey de Francia. Y habría acentuado también el odio que tenía a don Juan por haber perseguido a su hijo Carlos, su amigo personal, una persecución que le recordaba la que también él había sufrido de su padre Charles VII, hasta haber tenido que marchar al exilio.
Se cita a Luis XI haber dicho entonces sobre don Juan:
“Je le mettrai hors de tous ses royaumes,
tant et si bien qu’il ne lui restera pas la moindre
parcelle de terre pour s’y faire enterrer”.
Don Juan vio el grave peligro que suponía el interés del rey Luis en los delicados asuntos del Principado, sabiendo bien la amistad que le había unido a su hijo Carlos. Astuto y experto en el manejo de embajadas, despacha don Juan inmediatamente a su embajador y fiel servidor Bernard d’Oms, nacido en el Rosellón y que a la sazón era hermano de Charles Oms, consejero éste del rey francés. Don Juan juega fuerte desde el principio. El embajador informa al rey francés - en realidad se trataba de un chantaje - que don Juan había decidido casar a su hijo el infante Fernando (1452-1516), heredero del reino de Aragón, con María de Borgoña (1457-1482) hija de su temido y poderoso enemigo Carlos el Temerario (433-1477), duque de Borgoña. Pero le prometía fielmente que si el rey de Francia abandonaba su ayuda a los rebeldes catalanes, cancelaría tal proyecto matrimonial (17).
Estos chantajes eran práctica habitual en la diplomacia de la época, por lo que Luis XI no se allanó. Puso a su vez a sus juristas a estudiar los hipotéticos derechos dinásticos que pudiera tener a la corona de Aragón, lo que indicaba su intención no solamente de ayudar a los rebeldes catalanes sino incluso de poseer el trono de Aragón con el Principado catalán.
Supieron de esto los catalanes y les pareció peligrosa y desmesurada la ambición del francés. Aunque se encontraban en rebeldía contra su rey Juan II, seguían considerándose leales a la corona de Aragón y así lo hicieron saber al rey francés en una carta que le escribieron agradeciendo a Luis XI “sus buenos sentimientos hacia ellos y hacia el Principado”, pero dejando bien claro su lealtad a la corona de Aragón:
“ (...) ce que nous fîmes pour la liberté de l’Infant Carlos,
de glorieuse mémoire,
primogénit de la maison royale d’Aragon,
a eu pour seul et unique mobile la fidélité due à la couronne royale d’Aragon
et à ce prince en tant que primogénit de la dite couronne,
et sans autre motif ou considérant.
Toutefois, si Votre Excellence trouve notre conduite louable,
nous en sommes satisfaits.
De notre côté, nous rendons grâces à Votre Altesse de ses bons sentiments envers nous
et envers le Principat,
et ce dernier ferait volontiers tout autant pour le bien et le service de Votre Altesse,
en cas de nécessité,
sauf toujours le respect et la fidelité due à notre seigneur le roi”
No tardaron ambos reyes Juan II de Aragón y Luis XI de Francia en comprender que necesitaban entenderse y llegar a un acuerdo entre ellos. Don Juan buscaba someter a los catalanes de la Biga a su autoridad, reduciendo para ello el grado de autonomía política de que disfrutaba el Principado dentro de la Corona de Aragón, incluso acabando con ciertas veleidades “pactistas” que se habían mostrado tras la muerte de don Carlos. Sabía que el Principado era fuerte y rico por su agricultura y por su comercio de tierra y de mar y no lo quería perder a su autoridad. Por otro lado, sabía bien don Juan que Francia había sido fiel aliada de Castilla desde la guerra de los dos Pedros y del conflicto dinástico que trajo los Trastamara en 1369 al trono de Castilla. Y convenía acabar con esta alianza y tratar de aislar a su enemigo castellano el rey Enrique IV, por lo que entenderse con Luis XI encajaba en una lógica de buena estrategia política y diplomática.
Necesitando don Juan ayuda financiera para sostener sus ejércitos, sabía que Luis de Francia podía ayudarle en eso. Consiguió del rey francés 300.000 escudos a principios de 1462, entregando en garantía Rosellón y Cerdaña. Luis XI confiaba astutamente que a cambio de su ayuda financiera acabaría recuperando para Francia esos territorios que eran parte del Principado desde que fueran cedidos a la corona de Aragón en el siglo XIII por San Luis de Francia (18).
La primera intervención de Luis XI en el Principado para ayudar a don Juan se presenta en ocasión de la venida a Cataluña de Juana Enríquez después de ser coronada reina de Aragón el 6 de octubre de 1461, unas dos semanas después de la muerte de don Carlos de Viana. Convocadas por Juan II, se habían reunido el 7 de octubre las Cortes de Aragón en la iglesia de San Pedro de los Francos de Calatayud para prestar juramento de fidelidad al infante Fernando de nueve años de edad, como promogénito, heredero y sucesor a la Corona de Aragón.
Juana Enríquez consideró entonces el momento llegado para ir a Barcelona como Reina, acompañada de su hijo el heredero Fernando, para recibir el homenaje de los catalanes. Pero éstos, que habían sospechado el envenenamiento de don Carlos por su madrastra, se indignaron con su presencia y persiguieron a la Reina y al Infante niño, teniendo éstos que refugiarse en Gerona en donde un ejército de la Generalidad, bajo el mando de Roger Pallarés, el conde de Pallars, la asedió. La enérgica Reina supo defenderse durante cuatro meses en la torre de la iglesia de la plaza principal con el Maestre de Montesa. Don Juan trató de penetrar en el Principado, lo que le estaba prohibido, y las Cortes catalanas pronuncian entonces su destitución tomando la decisión de ofrecer el gobierno del Principado a quien mejor ayuda quisiera darles.
Ante la imposibilidad de penetrar en Cataluña para socorrer a la Reina y al Infante Fernando, don Juan se vio obligado a solicitar la ayuda de su nuevo aliado el rey Luis XI de Francia. Llegan entonces con rapidez las tropas del rey francés al mando de Gaston IV conde de Foix - que era precisamente el yerno de don Juan por el matrimonio con su hija menor la infanta Leonor de Navarra Trastamara - y consiguen levantar el cerco liberando a los reales sitiados, aunque luego no pudieron tomar Barcelona (19).