Capítulo 18 :   Desaires legitimistas en el siglo XV

5 el rey consorte don Juan pierde extensas posesiones en Castilla

 A la muerte en 1416 de su padre el rey de Aragón y de Sicilia Fernando de Antequera, su primogénito Alfonso V hereda la Corona de Aragón con todos sus reinos y el infante don Juan los grandes estados patrimoniales que su padre - infante de Castilla antes que rey de Aragón - tenía en Castilla y que ahora los castellanos convertirán en fuente de discordia frente al infante, futuro rey consorte de Navarra (4). Fernando de Antequera había asumido la regencia del reino de Castilla, a la muerte de su hermano Enrique III, en favor del hijo de éste, su sobrino Juan II de Castilla, de dos años de edad. Durante esta regencia Fernando acumuló amplísimos dominios territoriales en Castilla (5). También Fernando I de Antequera, siguiendo la tónica de intrigas y deslealtades de su tiempo, favoreció la creación de un partido que defendiera los intereses y la primacía de sus hijos en Castilla, lo que más tarde se daría en llamar el “partido aragonés” de Castilla, que tanta importancia y protagonismo habría de tener en ese reino durante más de cincuenta años.

La primera guerra civil en tiempo de Juan II de Castilla había ocurrido cuando el Rey tenía solamente 15 años en 1420, por la rivalidad de los dos infantes de Aragón hijos de Fernando de Antequera, Juan y Enrique (son los infantes de las Coplas de Jorge Manrique). Este conflicto provocó una escisión en la nobleza castellana. Los nobles más poderosos apoyaron al infante Enrique y los más representativos de la facción “aragonesa” al infante don Juan, señor de Lara, entonces el noble castellano más poderoso de Castilla que pronto se habría de convertir en rey de Navarra (julio 1420) y luego de Aragón (1458). Es el momento en que aparece en escena don Álvaro de Luna, su gran enemigo, que no tendrá otro objetivo que destruir la hegemonía del partido aragonés en Castilla (6). 

don Álvaro de Luna

Tal como se ha relatado, el infante Enrique de Aragón se apodera la noche del 14 de julio de 1420, en un audaz golpe de mano en Tordesillas, de la corte castellana en pleno, incluida la persona del rey Juan II de Castilla y de don Álvaro de Luna, haciéndose con el gobierno de Castilla. Fuerza y consigue la mano de la infanta Catalina, hermana del Rey y el señorío de Villena. Finalmente Álvaro de Luna consigue escapar con el Rey y algunos caballeros, refugiándose en el castillo de Montalbán. Poco después, en 1422, don Álvaro consigue atraer al infante Enrique a Madrid y lo apresa confiscando sus bienes.

Álvaro de Luna está ya imponiéndose en la corte y en ese año de 1422 recibe la condestablía de Castilla. Libera al infante Enrique en 1425 como gesto para evitar la guerra con Aragón, pero le arrebata sus posesiones castellanas.

La nobleza, o al menos la parte de ella que había apoyado el gobierno del infante aragonés, siempre celosa de la preeminencia de alguno de entre ellos, no vió mal la entrada en escena del ambicioso e inteligente don Álvaro de Luna, que hasta su muerte en el cadalso en 1453 será el protagonista más importante en la política de Castilla. Por el contrario el rey consorte de Navarra don Juan, con la apariencia de ser el más poderoso señor, ha comenzado su declive en Castilla. Su hermano el rey de Aragón Alfonso V el Magnánimo ha vuelto de Sicilia (1424) ante la peligrosa desunión de sus hermanos los infantes Juan y Enrique - éste último todavía prisionero por entonces de Juan II de Castilla - y tras reconciliarlos entra a tomar parte directamente en los conflictos de Castilla.

La autoridad del rey Juan II de Castilla queda prácticamente anulada por la constitución de la Liga en la que algunos nobles castellanos entran a formar parte bajo la primacía de los “aragoneses”. En el acuerdo de la Torre de Arciel se confirma el poder castellano en manos de los infantes de Aragón. Éstos consiguen el (primer) destierro de don Álvaro en 1427, pero pocos meses después había vuelto cerca del poder. La ineficacia y casi anarquía del gobierno de la Liga provocó sin duda que éste fuera asumido en 1428 por Álvaro de Luna convertido de nuevo en Condestable del reino. Y no tendrá entonces otro objetivo que borrar de Castilla la influencia de los “aragoneses”. El rey consorte de Navarra don Juan ve entonces amenazado su extenso patrimonio en Castilla y se prepara para defender sus intereses patrimoniales, para lo que no dudará en utilizar la fuerza de los ejércitos de Navarra. Los nobles y caballeros navarros, siempre dispuestos a ganar prebendas, honores y botín en las guerras - fueran éstas donde fueran y por cualquier causa - no plantean afrenta a su rey por el uso de los ejércitos navarros en Castilla.

Doña Blanca y don Juan retrasaron su coronación hasta el 15 de mayo de 1429. Pocos días después, el 20 de mayo, Álvaro de Luna consigue que los nobles castellanos juren fidelidad a su rey Juan II en la corte de Palencia. Reunida la nobleza alrededor de don Álvaro, los “aragoneses” promueven guerra contra Castilla utilizando los ejércitos navarros. Es la guerra de 1429-1430. Se pierden entonces las plazas navarras de San Vicente de la Sonsierra, Cabredo, Genevilla y Laguardia. Los castellanos lanzan a los guipuzcoanos en las zonas fronterizas con Navarra en donde incendian numerosos pueblos (7).

El 25 de julio de 1430 se conciertan en la aldea soriana de Majano treguas por cinco años entre el rey de Castilla y los de Aragón y de Navarra, treguas que fueron desfavorables para los “aragoneses”. Las posesiones de don Juan en Castilla son confiscadas. Los infantes de Aragón abandonan el poder en manos de la nobleza castellana capitaneada por Álvaro de Luna y son expulsados fuera del reino. El éxito de don Álvaro en las treguas de 1430 le merecieron entonces el título de Maestre de Santiago. Desde entonces, más que nunca antes, menguadas las rentas que don Juan obtenía de Castilla, deberá apoyarse en Navarra y en Aragón. Es el tiempo en que Alfonso V vuelve a Sicilia en donde permanecerá hasta su muerte en 1458.

Durante estos años de tregua, don Juan no solamente está tratando de recomponer su alianza con los nobles castellanos ante el cansancio de éstos con el gobierno de Álvaro de Luna. Concierta también por este tiempo alianzas con sus vecinos pirenaicos, acordando el matrimonio (1434) de su hija la infanta Leonor con Gastón conde de Foix con quien casará en 1441.

Don Juan vino también a Sicilia en 1435 para ayudar a su hermano el rey Alfonso V en la conquista de Nápoles, cayendo ambos prisioneros en la batalla de Ponza (8), lo que obligó a la reina Blanca de Navarra y a la reina María de Aragón, que gobernaban en sus respectivos reinos, a prorrogar la tregua de Majano. Don Juan pudo volver en diciembre de ese mismo año. Llegó a Barcelona y tres días después estaba ya en Tudela en donde le esperaba la reina Blanca. A su vuelta, don Juan estrena su nuevo nombramiento de lugarteniente del reino de Aragón y esto le mantendrá una vez más alejado del gobierno de Navarra que seguirá en manos de la Reina.

Don Juan constata que, en su ausencia, el reino de Navarra ha estado en paz gobernado por la reina Blanca mientras va creciendo en edad el Príncipe de Viana. En 1439, cuando éste tiene ya 17 años, don Juan manda que las órdenes y gracias del príncipe Carlos su hijo tuviesen la misma fuerza que si las firmara el padre. Viene al caso recordar que en ocasión de la coronación de los reyes en 1429 se había acordado y jurado que ninguna gracia ni merced que no fuese firmada conjuntamente por el Rey y por la Reina tuviese ningún valor. No obstante esto, en las prolongadas ausencias del Rey, la Reina firmaba ella sola aunque tenía cuidado en gobernar y despachar órdenes siempre a nombre del Rey “como si estuviera presente” (9).

Transcurrido el plazo acordado en la tregua de Majano, el tratado de Toledo de 22 de septiembre de 1436 pone fin a la guerra, recuperando Navarra varias plazas. Eran éstas las que había tomado don Álvaro de Luna en la guerra de 1429-1430 para evitar que el territorio navarro fuera utilizado por los “aragoneses” como plataforma ofensiva contra Castilla. Se concertó entonces para sellar la paz el matrimonio del príncipe de Asturias, don Enrique, de once años de edad hijo del rey Juan II de Castilla - el futuro rey Enrique IV - con la infanta doña Blanca de Navarra Trastamara, entonces de doce años de edad, hija de los reyes don Juan y Blanca I de Navarra. La boda se celebró el 15 de septiembre de 1440, un año antes de morir la reina de Navarra el 1 de mayo 1441. El tratado de Toledo fue generoso para don Juan pues preveía una buena dote para su hija la infanta Blanca que incluía los señoríos de Medina del Campo, Olmedo, Coca, Roa, Aranda de Duero y el marquesado de Villena. Navarra recuperaba también numerosas plazas perdidas en la guerra de 1429-1430.

Desde que se acordó la tregua de 1430 en Majano, el condestable don Álvaro pretende el disfrute de un poder excluyente - la llamada tiranía de don Álvaro -, pero la nobleza castellana le hará frente durante prácticamente diez años. Al final de este período, en 1439, los nobles bajo la influencia de Pedro Manrique - Adelantado de Castilla - consiguieron aunque de manera no definitiva el segundo destierro del Condestable de la corte castellana, sometiendo al Rey. Aunque don Álvaro está apartado de la corte tiene todavía poder decisorio en el Consejo y busca ahora el apoyo de los “aragoneses” que unos años antes había conseguido expulsar de Castilla. Un poder colegial de la nobleza - el Consejo - se había impuesto así al poder personal del rey. Pero nadie en Castilla podía todavía ignorar la sombra siempre presente del rey consorte de Navarra.