Capítulo 21 :   El Príncipe de Viana

3 un príncipe - rey de derecho - en las islas del Mediteráneo

3.1 don Carlos en Nápoles
3.2 don Carlos en la Sicilia insular
3.3 don Carlos en Mallorca

Don Carlos había abandonado el Reyno de Navarra decepcionado por haber tenido que pelear en una lucha armada que no se acomodaba a su carácter. Los beamonteses no cejaban sin embargo en su lucha pero habían quedado abatidos por la decisión de su rey de marchar de Navarra, a donde ya nunca volvería.

3.1 don Carlos en Nápoles 

El 12 de abril de 1456 ya se encuentra don Carlos en la corte de su tío el rey Alfonso V el Magnánimo en Nápoles, donde es recibido cariñosamente y donde va a encontrar amparo y protección. Don Alfonso escribe entonces a su hermano Juan para comunicarle que deseaba arbitrar en la querella con su hijo Carlos.

Muy poco después, el 27 de abril, llega a Tudela Rodrigo Vidal, caballero de la Casa del Rey en Nápoles, enviado para componer la discordia entre don Carlos y su padre. Vidal encuentra en Tudela a don Juan tan irritado contra su hijo que no logra nada positivo. Don Juan estaba decidido a llevar a efecto el desheredamiento de su hijo y de su hermana la infanta Blanca que lo había sostenido, poniendo en su lugar por herederos a los condes de Foix. Esto disgustó a Alfonso V y el 26 de junio de 1456 declara desde Nápoles a don Carlos heredero y sucesor después de su padre en los reinos de Aragón, Valencia, Mallorca, Cerdeña, Sicilia insular y Principado de Cataluña. Había reservado el reino de Sicilia peninsular (Nápoles) para su hijo natural Fernando (Ferrando, Ferrante), duque de Calabria. Carlos se encontraba entonces con su tío el rey Alfonso en Nápoles.

Don Juan está probablemente indignado con la reunión de las Cortes beamontesas que Juan de Beaumont Prior de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén y Canciller y Capitán General en nombre de don Carlos - convoca en Pamplona a celebrarse el 16 de marzo de 1457. En ellas se proclamará a don Carlos por rey aunque éste parece haber dado por perdida su causa y desaprueba esta proclamación para no enfadar a su padre. Antes de esas Cortes, Juan de Beaumont se titulaba “gobernador general del Reino por el Príncipe de Viana”, pero en el mes de julio ya se titula: “gobernador general del Reino por el señor D. Carlos, por la gracia de Dios, Rey de Navarra”. Por el lado de don Juan la gobernadora era entonces su hija la infanta Leonor que por aquellos tiempos luchaba para no perder su ojo derecho a resultas de un accidente (8).

Don Juan estaba decidido desde al menos 1455 a apartar a su hijo Carlos de la sucesión al trono. El 3 de diciembre de 1457 se decide en Barcelona la “infame confederación y alianza” entre Juan II y su hija la infanta Leonor, con su marido Gaston de Foix. Don Juan prometía entregar a su yerno, para después de sus días, el Reyno de Navarra y el Ducado de Nemours para él y sus descendientes. Si para el siguiente enero de 1458, sus hijos Carlos y Blanca no se sometían a su autoridad sin condiciones, se pronunciaría oficialmente el desheredamiento de ambos y el reconocimiento de los condes de Foix como sucesores en el trono de Navarra. Los beamonteses lo sabían desde 1455 y alegaban que don Juan se había confederado con su yerno el conde de Foix a fin de acabar con su rey Carlos y su partido.

En las Cortes agramontesas tenidas en Estella el 12 de enero de 1458, se llevaban a efecto los desheredamientos anunciados por don Juan el año anterior en Barcelona, declarando por heredera a la infanta Leonor y a su marido el conde de Foix que sin dilación pasan a titularse Príncipes de Viana.

La embajada de Rodrigo Vidal en abril de 1456 no había sido un fracaso total pues don Juan no había osado contradecir a su hermano el Rey desheredando a su hijo Carlos en los reinos de la Corona de Aragón, habiéndose limitado a hacerlo solamente respecto al Reyno de Navarra. No obstante ello, el rey Alfonso V no cejaba en su empeño de arbitrar en el conflicto familiar y conseguir la concordia entre su hermano Juan y su sobrino Carlos. Envía de nuevo otra embajada compuesta de hombres de gran autoridad - Luis Dezpuch, maestre de Montesa y Juan de Híjar - que consiguen de don Juan una tregua de seis meses para que el rey Alfonso V pudiera conseguir un compromiso.

La muerte del rey Alfonso V impidió llevar esto a efecto. 

Alfonso V el Magnánimo

El 27 de junio de 1458 muere en Nápoles, sin descendencia, el gran rey Alfonso V el Magnánimo. Su hijo natural, Ferrando, duque de Calabria (9), ciñe entonces la corona de Nápoles cuyo trono había ocupado su padre desde la conquista de 1442. Muchas ciudades y grandes señores de Nápoles invitaron no obstante a don Carlos a reclamar el trono de Nápoles por su mejor derecho ante una situación de bastardía, pero desechó la proposición e hizo planes para salir de Nápoles.

El rey viudo-consorte de Navarra don Juan es ahora también el rey propietario Juan II de Aragón. Heredará los demás reinos de la Corona de Aragón y los condados del Principado catalán. Don Juan conoció la muerte de su hermano Alfonso encontrándose en Tudela el 15 de julio de 1458 y adoptó de inmediato el título de Rey de Aragón y de Navarra. Diez días después acudió a Sangüesa a jurar los fueros de Aragón.

Si la muerte de Alfonso V convertía a Juan II en rey de Aragón también hacía a don Carlos heredero de todas las coronas de su padre. Ya era rey de derecho de Navarra desde la muerte de su madre la reina Blanca I en 1441, y añadía ahora ser primogénito de Aragón, Valencia, Mallorca, Cerdeña y Sicilia y gobernador general de Cataluña, pues una antigua costumbre daba al heredero del trono la administración del Principado más importante del Mediterráneo.

Con el fallecimiento del rey Alfonso había concluido el corto período de paz y tranquilidad que había disfrutado don Carlos. El Magnánimo había oficiado de protector y de mediador entre él y su padre, pero ahora había fallecido. Navarra dejaría desde este momento de ser el único objeto de las preocupaciones de don Carlos, cuya atención se volvió primero y preferentemente hacia Cataluña.

Si Juan II nunca había permitido a su hijo ostentar el título de Rey de Navarra y ni siquiera le permitió el libre gobierno de su Reyno, ¿se mostraría ahora dispuesto a reconocerle su derecho hereditario a la sucesión de Aragón?. Los hechos demostrarán que don Juan, muerto su hermano el rey Alfonso V, radicaliza su postura contra su hijo. Persistió en todos los sentimientos de hostilidad que sentía hacia hacia él y nunca tuvo intención de reconocerle sus derechos hereditarios.

De inmediato nombra a su hija la infanta Leonor gobernadora del Reyno de Navarra, autoridad que de hecho ya ejercía como lugarteniente. De donde puede deducirse que el amparo que don Alfonso había brindado a don Carlos fue efectivo ya que, desde que éste desaparece, don Juan radicaliza su postura al no tener por encima un rey aragonés a quien temer.

Habían pasado solamente dos semanas desde la muerte el 27 de junio de 1458 de su tío el rey Alfonso cuando Carlos decide embarcarse para alejarse de Nápoles.

3.2 don Carlos en la Sicilia insular

El 15 de julio don Carlos pasa a la isla de Sicilia, en donde permanecerá por espacio de un año. Allí es recibido con grandes demostraciones de alegría. Los sicilianos aún conservaban el recuerdo de su madre la reina Blanca, la que quedó viuda en 1409 de su rey Martín “el Joven” hacía ya casi 50 años. Le prodigaron señales de fidelidad que inmediatamente preocuparon a su padre don Juan desde que llegó a su conocimiento.

Ante la irremediable pérdida de su tío don Alfonso, Carlos se ocupó de inmediato de elegir nuevos árbitros para enderezar el disenso con su padre. Decidió confiar su causa a las autoridades catalanas y les escribió una larga carta a este propósito.

Se intitulaba en la carta:

“ el primogénito de Aragón, de Navarra y de Sicilia, príncipe de Viana ”

Si escogía a los catalanes como jueces era porque conocía:

“la gran virtud y lealtad que los habitantes del Principado
siempre habían mostrado en tiempos antiguos,
cuando disensos similares se alzaban entre los reyes y sus primogénitos


y pedía a los catalanes:

“que no dejasen de intervenir ni de llevar adelante este asunto,
en su nombre como en el de ellos,
y si el señor rey u otros
les daban a entender que el arbitraje se había confiado a petición suya a otras personas”(...)

les exhortaba a no creer nada de ello ya que por muchas buenas razones que no creía necesario desarrollar, prefería dirigirse a ellos y no a otros. Les enviaba para entenderse con ellos a sus consejeros Juan de Monreal, tesorero de Navarra, y Pedro de Urrutia, juez de la Corte de Justicia.

Económicamente, Carlos no estaba sobrado de recursos. Alfonso V había legado a sus sobrinos una renta de 12.000 ducados que su primo el nuevo rey Ferrando le pagó durante varios años. Los sicilianos también se mostraban generosos. La ciudad de Messina “viendo la gran necesidad que tenía” contribuyó a sus gastos de boca y mantenimiento. Los estados de Sicilia reunidos en Castrogiovanni le votaron un dono de 25.000 florines y obtuvo también algunos créditos. Se le ve tomar prestado 100 onzas a uno, 10 onzas a otro, 100 ducados a Francisco de Riso, burgués de Nápoles, y otras sumas a Francisco Zaco y Federico de Spata.

Durante su estancia en Sicilia vivió sobre todo en Messina y Palermo, aunque residió también algún tiempo en Castrogiovanni Caltagirone, en el centro de la isla, y también en Lentini, cerca de la costa oriental. Viajó de Palermo a Messina por mar ya que le cansaban los viajes por tierra. En sus viajes por el interior del país se servía de una litera de madera. En Messina, pasaba la mayor parte de su tiempo en el cercano Convento de los Benedictinos donde retomó sus estudios y sus trabajos literarios, escribiendo, traduciendo y haciendo versos. Cultivó allí el estudio de tratados filosóficos, literarios e históricos. Fue amigo de los literatos y poetas de su tiempo, en especial del valenciano Ausiàs March (1397-1459) (10). Encantó a los monjes por su gracia, su modestia, su ciencia y su libertad. Cien años más tarde, los benedictinos de Messina contaban aún a Zurita anécdotas relativas a la estancia de don Carlos en su convento. El entusiasmo que inspiraba llegó a tanto que le consideraron desde entonces un santo, lo que no le impedía repartir sus ocios entre los monjes benedictinos de la “Badiazza” y una hermosa hija de Sicilia llamada Margarita Capa de extraordinaria belleza. Tuvo con ella un hijo al que don Carlos reconoció y llamó Juan Alonso de Navarra y Aragón que llegó a ser abad de San Juan de la Peña y obispo de Huesca.

Quiso en Sicilia volver a su vida principesca. Los registros de su cancillería privada se llenan con documentos de nombramientos de oficiales de su hostal. Estos documentos, generalmente redactados en latín, lo están en términos tan solemnes que harían pensar que don Carlos lo tomaba en serio. En nueve meses, no hay menos de cuarenta y cinco nombramientos de este tipo, incluyendo funcionarios de todo nivel y grado. Cuenta en Sicilia con:

    • canciller y un vicecanciller
    • dos consejeros privados
    • consejero de cuentas
    • seis capellanes
    • tres mayordomos
    • cuatro chambelanes
    • dos médicos y tres boticarios
    • escudero de panadería
    • escudero trinchante
    • botillero
    • gran escudero
    • dos escuderos cabalgadores
    • palafreneros
    • superintendente de las bestias de carga
    • superintendente de los caballos, los arneses y las armas
    • halconero que recibía consejos del poeta Ausiàs March
    • gran armero
    • guardián de la cámara de las armas
    • ballestero.

La policía de su hostal corresponde a un preboste y dos alguaciles. Sus libros se confían a un guardián de los libros y a un bibliotecario. No hay que ver realmente en estos cargos más que títulos de honor concedidos a servidores fieles o a personas devotas que don Carlos no habría podido recompensar de otra manera. Cuando nombra dos pintores en su hostal, en realidad no les confiere más que una distinción honorífica.

En el año 1458 era viudo desde hacía nueve años y no tenía concretado ningún proyecto de matrimonio. No obstante, nombró un controlador de los bienes de la futura Reina. Todos estos oficiales honorarios se sentían vinculados más estrechamente a don Carlos y formaban en torno a él una corte improvisada que le daba ilusión de poder.

No tenía título oficial en Sicilia. La isla estaba gobernada en nombre del rey Juan II de Aragón por don Lope Ximenis de Urrea que llevaba el título de Virrey y era hermano del arzobispo de Tarragona. Las relaciones de Carlos con el Virrey parecen haber sido cordiales aunque siempre había aspirado a llevar él mismo el título de Virrey de Sicilia como lo había hecho su padre don Juan en los años 1415 y 1416, cuando su madre la reina viuda doña Blanca terminó su regencia y volvió a Navarra.

Interviene en ocasiones a título de primogénito de Aragón y de Sicilia en el gobierno de la propia isla. Por ejemplo el 7 de noviembre de 1458 ruega al Virrey que envíe cuanto antes a Messina los troqueles necesarios para batir moneda. El 21 de noviembre apoya a los vecinos de Caltagirone que no habían elegido magistrados municipales en dos años. El 22 de noviembre don Carlos apoya ante el Virrey a los vecinos de Catania que se quejaban del barón Juan de Tarento, señor de su tierra. En todos estos casos, no interviene más que como abogado o componedor de las partes que se dirigen a él. Usa su legítima influencia ante el Virrey que sigue siendo libre de tomar sus decisiones. En Palermo recibe el homenaje de la isla en nombre del Rey. Cuando algunos vecinos de Palermo quieren proclamarle rey de Sicilia, don Carlos hace como que los arresta, les reprocha su rebelión y luego los deja ir. Hace así uso de un derecho político propiamente regio y de las prerrogativas judiciales de un verdadero soberano. Expide los salvoconductos de sus oficiales que viajan por mar, hace poner en libertad a un marino genovés que Pedro de Bolea había arrestado aunque era portador de un salvoconducto del Rey y reprocha a Pedro de Bolea su insolencia y su presunción.

Don Carlos tenía tal confianza en su futuro regio que escribía directamente a su padre e incluso le proponía proyectos legislativos novedosos. Le pedía por ejemplo que se instituyese un cónsul catalán en Alejandría para que los mercaderes españoles no estuviesen sometidos a la autoridad del cónsul florentino y tuviesen también su barrio franco y sus almacenes. Juan II debía de irritarse al ver a su hijo ocupándose de asuntos de gobierno. Cuanto más popular se hacía don Carlos en Sicilia menos dispuesto se sentía Juan II a trabajar con él y concebía planes para sacarlo de la isla.

Sin embargo las cosas no iban bien para don Carlos en Navarra, que parecía tener un tanto olvidada. Habían transcurrido poco más de dos meses desde la muerte de Alfonso V, cuando el 18 de septiembre renueva don Juan su alianza con su hija Leonor y su yerno el conde de Foix, lo que confirmaba su determinación a impedir reinar a su hijo Carlos en Navarra. De idéntica forma, don Juan - y en ello la reina Juana Enríquez sería determinante - estaba dando pruebas claras de su intención de legar el reino de Aragón a su hijo Fernando.

Las negociaciones entre padre e hijo no habían hecho progresos durante la estancia de Sicilia. Don Carlos siempre confiaba en el éxito final y por eso se mostraba tan sumiso y respetuoso hacia su padre. Así, en una carta fechada el 14 de octubre de 1458, pide a su padre que conceda al guardián de sus libros Jaime de Mirabelle dos pequeños cargos en Sicilia.

Deseamos, y consideraríamos una gran merced
que dicho Jaime fuese nombrado con vuestro beneplácito
y obtuviese la posesión a nuestra humilde petición
y, así, muy excelente señor,
os rogamos con todo el afecto de que somos capaces
y suplicamos a Vuestra Majestad
que tenga a bien poner a dicho nuestro secretario en posesión de los mencionados oficios”.

Sin embargo, a pesar de estar escrita la carta en un tono tan sumiso, está firmada:

“el príncipe de Viana,
primogénito y gobernador general
de
Aragón y Sicilia”.

Se comportaba como un hijo obediente y sumiso pero no se planteaba sacrificar ninguno de sus derechos en favor de su pequeño hermano consanguíneo Fernando de 6 años de edad. Seguía no obstante utilizando el título de Príncipe de Viana.

El 15 de noviembre de 1458, los embajadores de don Carlos en Cataluña le anuncian que la paz con su padre está prácticamente acordada. Don Carlos hizo entonces el error de creerla concluida y escribió la buena nueva a las gentes de Catania y de algunas otras ciudades de Sicilia. Pero Juan II se sirvió del primer pretexto para volverse atrás de las concesiones que parecía haber hecho.

El motivo fue la silla episcopal de Pamplona que estaba vacante y para la que Juan II proponía como candidato al deán de Tudela, Martín de Amátriain. Don Carlos comprendió la importancia de que el obispo perteneciese al partido beamontés y propuso al Papa a don Carlos de Beaumont, hijo del condestable Luis II de Beaumont. El Papa, no atreviéndose a escoger entre las propuestas de don Juan y de su hijo nombró obispo de Pamplona al cardenal Bessarion. Juan II quedó descontento de esta elección y atribuyó a las intrigas de su hijo el fracaso de la candidatura del deán de Tudela. Carlos no se irritó por el fracaso de su candidato pues le bastaba con haber evitado el candidato agramontés.

Juan II estaba preocupado por la popularidad que había conquistado su hijo en Sicilia y renunciando a cualquier idea de arreglo inmediato, envió como Virrey a Sicilia (enero 1459-1462) a Juan de Moncayo, gobernador de Aragón, con la misión de instar a su hijo Carlos a dejar Sicilia y dirigirse a Mallorca. El 23 de enero de 1459, el Papa expide la Bula Recipiet fraternitas tua” ordenando a los prelados catalanes que pidiesen la libertad de don Carlos, una bula que no hemos consultado y que habrá que conocer mejor su alcance.

Retrasó don Carlos su partida de la isla tanto como pudo, hasta el mes de julio.

Estaba decidido a devolver a su padre todas las plazas beamontesas que todavía le eran fieles en Navarra - incluso Pamplona - pero a condición de que su derechos hereditarios se reconociesen y que los rehenes beamonteses que se habían entregado al salir de prisión en 1453 fuesen puestos de una vez en libertad. Finalmente debía concederse una amnistía general a todos sus partidarios y dejar el Reyno pacificado.

En caso de ruptura de las negociaciones, antes que consentir ser desheredado, don Carlos autorizaba a don Juan de Beaumont a contraer una alianza en su nombre, fuera con el duque de Bretaña (11) o con el rey de Castilla. Percibía bien que Navarra era su principal punto de apoyo. En los primeros meses de 1459 expide a Pamplona cierto número de órdenes como si quisiera retomar un papel más directo en el gobierno del país.

Don Juan había firmado el 17 de junio de 1459 en Valencia un tratado con el rey de Francia Charles VII, comprometiéndose éste a apoyar a Juan II en caso de una guerra con su hijo Carlos, incluso aunque el rey de Castilla decidiera tomar partido por éste.

En el mes de julio de 1459 fue imposible para don Carlos retrasar más su salida de Sicilia. Reunió siete galeras de guerra, puso tres bajo el mando del catalán Nicolás Vinot y las hizo zarpar de Palermo rumbo a Cerceña el 23 de julio (12). Cuando estaba en plena travesía entre Sicilia y Cerdeña Juan II firma el 27 de julio un decreto nombrando a su hijo Fernando, de 6 años de edad, duque de Mont-Blanc, conde de Ribagorza y señor de Balaguer, títulos que debían venir a su hijo Carlos según el contrato matrimonial entre Juan y su esposa Blanca I de Navarra Evreux.

Recaló en el sur de la isla el 3 de agosto, en el puerto de Cagliari. Los gastos muy notables que había tenido que soportar para fletar las galeras habían agotado los recursos que había generado contrayendo deudas que quedaron sin saldar en Sicilia. Incluso el Virrey quiso oponerse a que su oratorio privado fuera embarcado, ya que quería retenerlo como prenda en beneficio de algún acreedor. En Cagliari solicita recursos a las Cortes de Cerdeña y al Virrey Juan de Flores. Se registran ocho nombramientos realizados por don Carlos en Cagliari, fechados todos ellos el 4 de agosto, nombramientos seguramente en pago por favores financieros recibidos entonces. Se dice - aunque la fuente es dudosa - que hubo entonces un complot en Cerdeña para nombrarle Rey, pero don Carlos se opuso para no disgustar a su padre, mandando arrestar a 8 varones y 23 caballeros que habían participado en el complot.

Tenía intención de ir de Cagliari directamente a Mallorca pero se cree que pasó de noche ante la isla sin verla y llegó el día 15 de agosto al puerto de Salou, en la costa de Cataluña, tres leguas al sur de Tarragona. Instruyó al concejo de Barcelona del incidente que retrasaba su llegada a Mallorca y les aseguró que en cuanto hubiese descansado iría a la isla en donde su padre le había ordenado que esperase su decisión sobre los acuerdos pendientes de arreglo. Aprovechaba la ocasión para recomendar de nuevo su causa a las autoridades catalanas.

Encontrándose todavía en Salou envió a don Juan el 17 de agosto cuatro embajadores elegidos entre los diferentes reinos y territorios de la Corona: el siciliano Pedro Adoleti, su confesor navarro Pedro de Sada, su vicecanciller el catalán Bernardo de Requesens y un aragonés, el cesado virrey en Sicilia Lope Jiménez de Urrea, hermano del arzobispo de Tarragona, a quien pertenecía Salou. Debían entregar a Juan II las proposiciones detalladas de don Carlos y acelerar en lo posible la negociación. Reclamaba para los suyos una serie de garantías: amnistía general confirmada por las Cortes de Navarra y Aragón, puesta en libertad de los rehenes, restitución de los bienes de su hermana la princesa Blanca, del Condestable y de don Juan de Beaumont, la confirmación por el Rey de todas las donaciones hechas por don Carlos, la restitución del Principado de Viana y del ducado de Gandía, el derecho a vivir donde quisiese él y los de su Casa y ser reconocido formalmente como primogénito por todos los Estados de la Corona de Aragón.

Se comprometía a entregar todas las plazas beamontesas y para asegurar su derecho hereditario al Reyno de Navarra pedía que Navarra se incorporase a Aragón. Aconsejaba a su padre que eligiese un representante y un consejo que gobernasen Navarra en su nombre y que diese la custodia de los castillos de las capitales a catalanes o aragoneses, que prestarían homenaje vitalicio al Rey y a él mismo a la muerte del Rey. Por último rogaba a su padre que se ocupase de un nuevo matrimonio para él. Aunque no menciona a su padre el nombre de ninguna princesa, se estaba refiriendo sin duda a los proyectos de boda con la infanta Isabel de Castilla.

3.3 don Carlos en Mallorca

Carlos se hizo de nuevo a la mar el mismo día en que envió esta embajada a su padre - 17 de agosto de 1459 - arribando a Mallorca tres días después. Se alojó en el Palacio Real de la Almudaina, junto a la Catedral de Palma de Mallorca, donde se organizaron grandes fiestas en su honor con iluminaciones y fuegos de artificio. Más tarde Juan II determinó su traslado al castillo de Santueri. Se cree que don Juan había dicho cara al público que se entregasen a su hijo los castillos de la isla, pero por mensajes turbios y aviesos había dado orden de que se le franquearan algunos de los más poderosos y se le retuviese en ellos si entraba. Lo que explica que durante algún tiempo estuviese guardado como retenido en el castillo de Santueri, en Felanitx. (13)

Durante su estancia en Mallorca es visitado por el embajador portugués Gabriel Lorenzo que portaba las bases mediante las cuales se pretendía concertar su matrimonio con la infanta Catalina de Portugal. Poco antes, en el mes de abril de 1459, Juan II también había recibido en Valencia a un embajador del rey de Portugal con el mismo ofrecimiento. Don Juan respondió entonces que le avisaría cuando su hijo hubiese vuelto a su obediencia.

En octubre de 1459, estando el Príncipe en Mallorca, Juan II y Juana Enríquez se coronan reyes de Aragón en Zaragoza. Poco después, el 22 de noviembre, don Carlos escribe a su padre desde Mallorca una carta llena de sumisión y respeto. Se comprometía de nuevo en ella a librar la parte de Navarra que los beamonteses controlaban y se comprometía a no vivir ni en Navarra ni en Sicilia, a cambio de que su hermana la infanta Blanca y los suyos no fueran oprimidos. Se contentaba con salvar la heredad y la sucesión. Solicitaba vivir en el castillo de Perpignan o en algún otro con puerto de mar en el Rosellón o en Cataluña. La impresión en la corte era que don Juan perdonaba a su hijo. El 26 de enero de 1460, en el salón de las Cortes de Cataluña, en presencia del canciller Roger de Pallars, se ratifica el acuerdo entre Juan II y su hijo Carlos. Es el perdón del rey aragonés en la llamada “concordia de Barcelona”. Se acordó entonces que Juan II pondría en libertad al condestable Luis II de Beaumont, a sus hijos Luis y Carlos y a los demás caballeros que estaban todavía en rehén desde 1453, con la reversión de todos los estados, menos la Condestablía que no se devolvería a los Beaumont por haberla dado Juan II hacía tiempo a Mosén Pierres “el Joven” de Peralta.

Don Carlos toma entonces la decisión de abandonar su confinamiento en la isla de Mallorca y embarca rumbo a Cataluña sin consultar a su padre, aunque tiene dudas sobre el verdadero alcance de la postura del Rey. Pretextó que el clima de la isla no le sentaba bien. Mientras vivió en Navarra en ambiente sano la salud de Carlos se desarrolló normalmente, pero a partir del año 1458 cuando muere su tío Alfonso V el Magnánimo, tuvo una fuerte depresión. Ni comía, ni bebía y quedaba inapetente. Durante su estancia en Sicilia se veía obligado a viajar en litera pues no tenía ánimos para montar a caballo. Desde entonces su imagen había sido enfermiza.

Se embarca hacia la Península el 26 de marzo de 1460, tras siete meses de estancia en la isla.