(1) frente a las tesis que sitúan el origen del pueblo vasco en el Cáucaso, Sánchez Albornoz, con otros historiadores, admite el parentesco étnico y lingüístico entre iberos y vascones. Nada es seguro excepto que los vascos muestran un íntimo parentesco con gran parte de la población primitiva de Hispania, el conjunto ibérico. Ninguna diferencia arqueológica se ha encontrado entre Vasconia y el resto de España. Sánchez Albornoz, con Antonio Tovar, opina que tras el aporte ibero, fué también intenso el celta; los vascos recibían las mismas transfusiones sanguíneas y culturales que los otros pueblos hispanos.

Para ampliar esta información consultar el capitulo 5 ("Las hablas Vascuence; una herencia prerrománica") del ensayo LA LENGUA EN NAVARRA, publicado en esta misma página web.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 (2) Menéndez Pidal ha defendido la idea de que Castilla era, en origen, "una cuña vasca en España". Los vascones, que probablemente se habían independizado poco después de la evacuación de su territorio por los suevos, vándalos y alanos, al ser éstos expulsados de Pamplona por los visigodos, se repliegan hacia el Oeste, traspasan las sierras de Andía y Aralar, invaden Vardulia y Caristia y obligan a sus moradores a desplazarse a la zona meridional autrigona de Miranda de Ebro y la Bureba, que desde entonces recibirá el nombre de "Bardulia" y con él se designará hasta que, después de la invasión musulmana, cambie este nombre “Bardulia” por el de "Castilla".

El corrimiento de los vascones hacia la depresión de las Vascongadas introduce un cambio en la perspectiva histórica del grupo vascón. El término "vascones" pierde la significación restrictiva de la época romana. En la época visigótica, hasta la conquista musulmana del 711, el término "vascones" comprenderá ya no solo a los descendientes de los vascones hispano-romanos, sino también a los de sus vecinos occidentales que pueblan el antiguo territorio de los várdulos, caristios y autrigones, el que tradicionalmente se ha llamado “provincias vascongadas”. Con este valor lo usan las fuentes visigóticas. Las crónicas árabes distinguirán entre el antiguo territorio vascón original de la época hispano-romana ("bilad al-Bashkunish", "el país de los vascones") del territorio que se encuentra al Occidente de las antiguas tribus cántabras ("Alaba wa-l-Kila", "Alava y Castilla"). No obstante, las crónicas del rey astur Alfonso III y el Albeldense llaman "vascones" a todos los pobladores surpirenaicos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(3) el eje de la cristianización en el norte de Hispania debió de ser Zaragoza. En municipios como Cascante y Calahorra floreció la religión cristiana en la época de las grandes persecuciones de Diocleciano a finales del siglo III. Hubo dos zonas bien diferenciadas, la montaña ruda y atrasada y la ribera del Ebro, mucho más romanizada, más abierta a recibir aportes culturales foráneos y por tanto más civilizada. Mientras que en el Ebro, opina Caro Baroja, el cristianismo desbancó pronto a las religiones anteriores - politeístas -, los montañeses mantuvieron sus creencias paganas con insistencia por lo que en el siglo IX muy pocos debían ser los cristianos en Guipúzcoa, Vizcaya y el extremo noroccidental de Navarra. Los musulmanes que invaden la Península en el siglo VIII confirman lo dicho aquí. Cuando las crónicas árabes describen las batallas habidas entre los musulmanes de Córdoba, en alianza a veces con los muladíes Banu Qasi, se refieren a Iñigo Arista como “uno de los reyes politeístas”. No obstante esta apelación de los cronistas musulmanes, Pamplona, en la calzada de Burdeos a Astorga, sería una excepción con importante huella romanizadora y cultura latina. Las peregrinaciones a Santiago que comienzan en el siglo X habrían sido la vía de cristianización de la montaña. Aymeric Picaud, en la "Guía de los peregrinos", ya hace alusión en el siglo XII a que los habitantes del Pirineo no estaban cristianizados antes de las peregrinaciones y que solían robar a los peregrinos, montarse sobre sus espaldas como si fueran asnos y matarlos.

Según Caro Baroja los primeros intentos de predicación del cristianismo entre los vascones de la zona pirenaico occidental corresponden al aquitano San Amando (“Amandus”, “Amand”) que nació hacia el año 594. Los francos, que ya habían penetrado Aquitania, se encontraban entonces en permanente contacto hostil con los vascones que bajaban de las montañas a las “tierras llanas” del sudoeste de Francia y que se denominarán por ello “Wasconia” (luego Gascuña). Amando fue desterrado el año 634 por el rey Dagoberto y el santo fue hacia las tierras que en el sur dominaba el hermano del rey - Chariberto - donde se mezcló con los paganos vascones pirenaicos que bajaban del Pirineo y trató sin resultado de predicarles el cristianismo. Son estos vascones paganos - a los que los documentos navarros llaman residentes en ”tierras de vascos” - los que recibirán más tarde la fé cristiana en tiempo de San León, obispo de Bayona en “Lapurdum”. En el tiempo de San Amando del siglo VII hacía ya tiempo que los vascones meridionales que habitaban las tierras de Pamplona y los valles de la vertiente sur pirenaica habían abrazado el cristianismo desde las predicaciones de San Saturnino y otras de origen de la región de Toulouse.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(4) en enero de 1968, en París, Jimeno Jurío da a conocer que junto al puerto de Marcalain, muy cerca de Pamplona, en la ermita de San Quirico de Garisoain, se había encontrado una lápida romana en la que aparece el nombre “Marcellus”. “... Domitius M(a)rcellus v(otum) s(olvit) l(ibens)m(erito)”.

Para ampliar esta información consultar el capítulo 5 ("Las Hablas Vascuence; una herencia prerrománica") del ensayo LA LENGUA EN NAVARRA, publicado en esta misma página web.