Capítulo 2 : Orígenes históricos del Reyno de Navarra
Pese a algunos empeños en identificar a la Navarra actual exclusivamente con un substrato vascón, por la sangre de los navarros, como por la de muchos otros pueblos de España, corre sangre de muy diversos pueblos. Pueblos establecidos en su territorio durante muchos, demasiados siglos como para que dejaran de influir en su etnia, en su carácter, en su lengua y en sus costumbres. Sin ir tan lejos como Atapuerca, lo cierto es que vascones, celtas y celtíberos, romanos, visigodos, musulmanes, francos y judíos, llenan grandes períodos de la historia de Navarra.
1. un tronco común para las dinastías autóctonas
2. el solar familiar de los “Iñigos”
3. una monarquía electiva independiente
4. el primer rey Iñigo Arista
1. un tronco común para las dinastías autóctonas
Muchos historiadores han considerado que en los comienzos de la monarquía de los “pamploneses” se sucedieron dos dinastías: la primera llamada “Íñiga” durante el período 824-905 y una segunda llamada “Jimena” a partir de esta última fecha hasta el año 1234 cuando muere el rey Sancho VII el Fuerte.
Los códices de la época no nos dan a entender bien qué pasó en el año 905 para que Sancho Garcés, sin relación filial con el último rey navarro Fortun I Garcés, hubiera asumido el trono en el año 905. Provenía Sancho Garcés del llamado linaje de los “Jimeno” llegándose a pensar que pudo haber ocurrido un “golpe de estado” que habría derrocado la anterior dinastía “Iñiga”. E incluso se han buscado en ello cómplices aliados como el rey de Asturias Alfonso III “el Magno” que habría apostado por favorecer la llegada al trono navarro de monarcas más comprometidos con la lucha contra el Islam. La pretendida existencia de “un golpe de estado” parece sin embargo un concepto poco aplicable a una época en que la sucesión hereditaria era una ocurrencia muy reciente y probablemente sin raigambre todavía en el año 905.
El anterior rey Fortún I Garcés había sido hecho prisionero en el año 860 en una de las frecuentes expediciones de castigo - “aceifa” - de los musulmanes de Córdoba con los muladíes Banu Qasi del valle del Ebro. Su padre el rey García IIñiguez (810-851-870) murió diez años más tarde en el 870, quedando el trono vacante por el cautiverio de su hijo Fortún Garcés en Córdoba de donde sería liberado tan solo en el año 882. Durante su ausencia (870-882) una co-regencia pudo haberse instalado en Pamplona asumida por Sancho Garcés, hermano del rey prisionero Fortún y por un García Jiménez cuyo origen familiar no es del todo conocido. Una nieta del primer co-regente -- Toda Aznar -- casa con un hijo del segundo co-regente, Sancho Garcés, el que asumirá el trono en el año 905.
A su vuelta del cautiverio en el año 882, Fortún Garcés era mayor pues debía rondar los 60 años. Había casado en el año 845 con Oria, una hija del muladí Lope ibn Musa y había trabado una relación muy cercana con los emires de Córdoba a pesar de estar retenido en “cautiverio”. La estrecha alianza que había existido desde principios del siglo IX entre los “Iñigos” y los “Banu Qasi” había ahora acabado y un ambiente de hostilidad hacia el Islam se imponía entonces en los círculos cristianos, lo que Fortún Garcés no sería probablemente capaz de materializar en campañas de Reconquista.
En esas circunstancias, tanto el prestigio de Alfonso III de Asturias como el conde de Ribagorza y Pallars - cuñado del co-regente García Jiménez - pudieron haber influído mucho en favor de aconsejar al rey Fortún Garcés retirarse al monasterio de Leyre y dejar que continuara la regencia iniciada 12 años antes, en el 870. Una co-regencia en la que pudo haber participado luego el citado Sancho Garcés. Y como si fuera a modo de “monarquía electiva” pudo haberse impuesto Sancho Garcés por sus dotes personales - que más tarde demostraría - y por su determinación a luchar contra el Islam junto al rey de Asturias. Y ello sin necesidad de organizarse el pretendido “golpe de estado”.
Tendríamos así un nuevo rey que no habría llegado al trono por sucesión directa masculina, pero que con toda probabilidad descendía de un tronco común con los “Iñigos” y había casado con Toda Aznar, nieta del rey Fortún Garcés.
Queda en todo ello algo que consideramos un bonito enigma, pero que ha hecho trabajar a muchos historiadores para desentrañarlo - al final sin éxito - y se ha dado en considerar que desde el año 905 estamos ante una nueva dinastía, la de los “Jimeno”. En lo que sigue se exponen algunas de las difíciles investigaciones que se han llevado a cabo para desentrañar este enigma del cambio dinástico.
En el “Fragmentum Codici Fontenellensis” se lee:
“En el mes de junio del año 850 tuvo Carlos (el rey franco Carlos “el Calvo”)
una reunion en su palacio de Verberia.
Allí se le presentaron los enviados de Iñigo y Jimeno,
duques de los navarros,
ofreciéndole dones; y habiendo pedido
y conseguido la paz se volvieron a su tierra”.
Según Sánchez Albornoz se trataría de los representantes de Íñigo Íñiguez (Arista), el soberano de los pamploneses, y un Jimeno Garcés, padre posiblemente de García Jiménez, raíz conocida de la segunda dinastía navarra.
Opina Sánchez Albornoz que no hay que fiarse demasiado de los textos carolingios ya que a menudo contienen contradicciones. La referencia a "navarros" y "pamploneses" bien pudiera ser un pleonasmo, una repetición de palabras que tienen el mismo significado. Además, el texto carolingio habla de “Induo y Mitio” (“legati venerunt Induonis et Mitionis...”) que los estudiosos modernos han identificado con Iñigo y Jimeno (Innico y Semen, Xemeno), pero - dice Sánchez Albornoz - no podrían haberse identificado con “Enneco et Gartia” ya que Iñigo Arista estaba paralítico (murió al año siguiente en el 851) y era su hijo García I Íñiguez el que regía el Reyno en su nombre, en cuyo caso estaría confirmado que se trataba de un pleonasmo al referirse al mismo pueblo con la doble expresión de pamploneses y navarros. Dice Sánchez Albornoz que tampoco cabe negar la posible coexistencia pacífica de dos comarcas regidas por duques o caudillos propios, unidos por vínculos estrechos. Y así surge otra hipótesis.
Abd al-Rahman I
La de que Iñigos y Jimenos fueron ramas nacidas de un tronco común. ¿Descenderían unos y otros de aquel Jimeno el Fuerte con quien tropezó Abd al-Rahman I en el 778?. ¿Sería un Iñigo Jiménez el padre de Iñigo Iñiguez Arista de quien tenemos hoy auténticas noticias y sería un incógnito García Jiménez el abuelo de los Garcés de la segunda dinastía?. "Líbreme Dios de tener por seguros supuestos tan arriesgados y sin base suficiente", dice Sánchez Albornoz. Por lo que nosotros tampoco pretendemos aquí desentrañar el enigma.
José Yanguas y Miranda (1782-1863), apoyándose en la historia de Navarra escrita por el Padre Moret, opina en 1832 que al retirarse el rey Fortún Garcés al monasterio de Leyre le sucede en el trono en el año 905 su hermano Sancho Garcés, el que hemos dicho más arriba que asumió funciones de co-regencia. Por lo tanto no se trataría de una nueva dinastía “Ximena” sino de la misma “dinastía Arista-Iñiga”. En nuestra opinión tampoco se puede descartar esta opinión de Yanguas y Miranda. No obstante, la relación de reyes de Navarra expuesta por Yanguas en el siglo XVIII no tiene actualmente seguidores tras las investigaciones rigurosas llevadas a cabo por Sánchez Albornoz ( 1 ). Yanguas acepta la existencia de 10 reyes en Navarra entre los años 716 y 905, mientras que las tesis ahora aceptadas y propugnadas con éxito por Sánchez Albornoz cuentan únicamente 4 reyes hasta la misma fecha del año 905, considerando que el primer rey - Iñigo Iñiguez Arista - no consolidó su dinastía hasta la segunda batalla de Roncesvalles en el 824. Y se considera que durante el período 716-824 no existió realmente una monarquía institucionalizada en Navarra.
No faltan en la historia de Navarra estupendas leyendas que vienen a colmar algunos vacíos e incógnitas sobre este asunto dinástico que nos ocupa. Así, cuenta la leyenda que el rey García I Íñiguez había casado con Urraca de Gascuña. Ambos fueron muertos en Aibar estando la reina embarazada. Un noble alavés, Sancho Núñez de Guevara, pudo rescatar el niño del vientre de Urraca, al que llamó Sancho, manteniéndolo oculto hasta la renuncia al trono de su hermano Fortún I Garcés "el Monje". Las Cortes de Sangüesa lo reconocieron como rey en el año 905 - Sancho I Garcés - quien, tras su llegada al trono, apodó cariñosamente “Ladrón” a su salvador, dando origen al apellido Ladrón de Guevara.