Capítulo 12 :   La Casa de Francia y los derechos sucesorios en Navarra

4 un rey francés reina “de facto” en Navarra, Carlos I “el Calvo” (Charles IV “le Bel”)

Cuando de nuevo el rey de Francia y de Navarra Felipe II (V) “el Largo” muere sin sucesión directa masculina en 1322, los navarros ya no aceptan como rey al siguiente hermano Charles, conde de la Marca - llamado “Carlos el Calvo” en Navarra y el “hermoso” en Francia - que toma la corona capeta como Charles IV “le Bel”.

Charles había cambiado de opinión. A la muerte en 1316 de su hermano mayor Luis X “le Hutin” había defendido los derechos sucesorios de su sobrina Juana contra su hermano mayor Philippe. Sin embargo, Philippe tomó finalmente la corona y a la muerte de éste en 1322, Charles no tuvo entonces inconveniente en postergar de nuevo a su sobrina Juana en beneficio propio.

Es el tercero de los “reyes malditos” y el último que ostenta la corona de Francia por legado de descendencia masculina desde finales del siglo X cuando Hugo Capeto inaugura la dinastía.

Carlos I de Navarra y IV de Francia

Su primera esposa Blanche de Borgoña - hermana de Jeanne, la viuda del rey Philippe V “le Bel” - está en prisión por el adulterio de la Torre de Nesle, en donde las tres princesas de Borgoña olvidaban con sus amantes la seriedad y rectitud de la corte de su suegro Philippe IV “le Bel”. El rey Charles IV adora a su esposa Blanche con quien había casado en 1308, pero no le ha dado hijos varones. Está obligado a conseguir la separación y tomar nueva esposa para dotar de heredero a los tronos de Francia y de Navarra. Consigue de Roma la separación matrimonial por razón de “parentesco espiritual” como se explica en la nota anexa sobre el escándalo de la Torre de Nesle. Las siguientes esposas que tuvo el rey Charles IV (Marie de Luxemburgo en 1322 que falleció en 1324 y Jeanne de Evreux el 5 de julio de 1325, hermana del futuro rey de Navarra Felipe III), tampoco pudieron darle herederos varones.

Aunque se hace llamar rey de Navarra, Carlos I "el Calvo" lo es únicamente “de facto”. Su sobrina Juana, hija de su hermano mayor difunto Luis I, tenía entonces 10 años. Carlos I reina “de hecho” por la fidelidad que le muestran el gobernador y los oficiales de la corte de Navarra. Sin embargo no consiguió recibir el juramento de fidelidad que los navarros habían hecho a sus hermanos Luis I (X de Francia) cuando vino a Pamplona y Felipe II (V de Francia) cuando recibió en Francia a los embajadores navarros.

Carlos I no tiene sucesión masculina a su muerte (6) el 1 de febrero de 1328 (7) como tampoco la habían tenido sus hermanos Luis I y Felipe II. Se consuma así la maldición de los Templarios. La gran mecenas que fue la reina viuda Jeanne de Evreux se encuentra sin embargo embarazada de siete meses a la muerte del rey Carlos, por lo que se vuelve a abrir un contencioso dinástico en Francia del que los navarros quieren huir precipitadamente. Nacerá el 1 de abril de 1328 una hija póstuma, Blanche de la Marche (+ 1392) con lo que se confirmaba la ausencia de un heredero varón.

Reunidas Cortes en Puente la Reina y luego en Pamplona es reconocida heredera legítima la princesa Juana hija de Luis I de Navarra que había sido postergada por sus tíos Felipe II de Navarra y Charles IV de Francia. Las Cortes apartan al gobernador, nombrando alférez del estandarte real al noble navarro Juan Corbarán de Lehet.

El Gran Consejo, que otorga la corona de Francia a la rama Valois de los Capetos en la persona de Philippe VI de Valois, apoya sin embargo el derecho de Juana - ya casada con Felipe conde de Evreux - a la corona de Navarra y propicia el que los reyes de Navarra cedan a la corona de Francia los condados de Brie y de Champagne a cambio de recibir los de Mortain, Angulema y Longueville que deben pasar así a la Corona de Navarra.

Juana II es coronada suo jure” el 5 de marzo de 1329 en Pamplona, junto a su esposo Philippe de Évreux (Felipe III de Navarrajure uxoris), como reyes de Navarra. Habían casado el 18 de julio de 1318 cuando él tenía 12 años y la reina 6. Felipe había nacido el 27 de marzo de 1306 y murió a los 37 años de edad en Jerez de la Frontera el 26 de septiembre de 1343.

  • ¿fue realmente la defensa de la legitimidad dinástica lo que indujo a las Cortes de Navarra a aceptar finalmente a la reina Juana II, tras haberla postergado en dos ocasiones sucesorias?
  • o simplemente, ¿convenía ahora defender la legitimidad dinástica porque los nobles navarros buscaban desvincularse de Francia, quizá oprimidos en sus viejos privilegios pactados ante un cetro francés tan poderoso?.
  • o más bien, ¿no sería acaso un vértigo inquietante ver introducido en el trono de Navarra al rey de Inglaterra Edward III quien mantenía - como sus predecesores desde largo tiempo - continuas luchas en Francia contra la dinastía capeta?. Incluso había llegado a proclamarse “rey de Inglaterra y de Francia” - y por ende hubiera sido pretendiente al trono navarro con los mismos derechos - por su madre la reina de Inglaterra Madama Isabelle, hija de Philippe IV “le Bel”, hermana de los “reyes malditos” y tía carnal de la princesa Juana. Reivindicación al trono navarro que los ingleses podían apoyar eficazmente con sus temibles arqueros, desde sus cercanos territorios de Aquitania, desde la cercana Bayona. Después de todo, a partir de1340, ni el rey Edward III ni sus sucesores reconocieron los derechos de la rama Valois al trono de Francia y disputaron esta elección durante más de un siglo (ver antecedentes de la guerra de los Cien Años) lo que hubiera acarreado a Navarra una gran inestabilidad de no haber defendido en ese momento los derechos de la reina Juana a la corona de Navarra.
  • el difunto rey Carlos I “el Calvo” (Charles IV “le Bel”) sabía bien los peligros que podían cernirse sobre Navarra por su situación fronteriza con el ducado de Guyenne (Aquitania), un feudo de la corona de Inglaterra desde mediados del siglo XII. Carlos I fue uno más de los reyes capetos que confiscó la Guyenne (1324) a Edward II al negarse éste a rendirle vasallaje como le era debido. Es uno de los antecedentes de la guerra de los Cien Años que está ya muy próxima.
  • en efecto, el Gran Consejo de París pudo haber considerado más útil que Philippe VI de Valois accediera al trono de Francia pero no al de Navarra pues, en ese caso los ingleses, bien establecidos en su feudo de Aquitania, hubieran sin duda llevado las armas en primer lugar hacia Navarra, muy difícil de defender por los ejércitos del rey de Francia cuyo “domaine royal” estaba muy lejos de los Pirineos.
  • con la elevación de Juana II al trono navarro, el viejo reino probablemente escapó del huracán bélico que se avecinaba en Francia. Aunque finalmente cayó en él pero sería por otra razón, por las aspiraciones dinásticas del rey navarro Carlos II de Navarra Evreux al trono de Francia.


De lo expuesto en este capítulo podría decirse que la legitimidad dinástica no bastó siempre a los navarros para otorgar el juramento de fidelidad a los monarcas. La conveniencia política del momento, las alianzas con sus países vecinos, los peligros de una minoría de edad del monarca, el respeto esperado del nuevo monarca a sus fueros y privilegios de la nobleza y del pueblo, parecían poder inclinar la balanza en las Cortes navarras cada vez que una incertidumbre dinástica se presentaba. Y probablemente, en estos conflictos dinásticos los navarros aprovechaban para ir consolidando y “amejorando” sus fueros, como lo hicieran con la venida de Teobaldo I de la Casa de Champagne. Como si fueran herederos de aquellos barones que electivamente designaban a sus reyes-caudillos en el siglo IX imponiéndoles ciertas condiciones de gobierno. Y así, no sorprende tampoco que en el siglo XIX, a raíz del conflicto carlista, se hablara del doble condicionamiento de “legitimidad de sangre” y de “ejercicio”.

Debió de ser enriquecedor para Navarra y los navarros este continuo contacto con nuevas experiencias y conocimientos de otras culturas, gentes y pueblos y de otras formas de guerrear, de gobernar y de vivir. Se reforzaba así el crisol de culturas que ha sido Navarra en la historia. Poco habrá que contar de lo sucedido entretanto en las vecinas Vascongadas que tampoco fueron compañeras de viaje de Navarra en esta experiencia con los capetos de Francia. Navarra y las provincias vascongadas estaban otra vez más en rumbos divergentes. Los aconteceres de Navarra en los siglos XIII y XIV están íntimamente relacionados con lo que ocurre más allá de los Pirineos. Mientras Francia dio refugio a Navarra ante los acosos de Castilla y Aragón, Castilla protegía las Vascongadas contra las ambiciones de Francia. Dos rumbos muy alejados el uno del otro.