14. El romance castellano, vehículo de cultura
Se relaciona la primera obra extensa en prosa castellana - La Fazienda de Ultramar (14.1) - con el Arzobispo Don Raimundo (1125-1152), que funda en Toledo la célebre Escuela de Traductores. El original perdido hubo de componerse antes de 1152 pero se piensa que debió de haberse escrito en latín, lemosín o gascón. La versión en romance castellano no parece ser anterior al primer tercio del siglo XIII y con probabilidad pertenece ya a la época brillante del reinado de Alfonso X el Sabio (1221-1252-1284). Es la época del siglo clásico medieval, cuando llegan a su plenitud todos los valores espirituales y culturales que había ido creando la Edad Media.
Las primeras manifestaciones en prosa castellana carecen todavía de finalidad literaria y están fuertemente influidas por el romance navarro que para entonces ha acumulado mayor desarrollo históricamente. Son al principio fueros y documentos en los cuales el romance se mezcla con el latín. Pero desde comienzos del siglo XIII el romance se va liberando de tutelas, al tiempo que los notarios y la Cancillería Real reducen progresivamente el uso del latín hasta limitarlo a documentos de carácter internacional. Entre 1194 y 1220 aparecen en prosa romance obras históricas - El Cronicón Villarense o Liber Regum (14.2) - aunque todavía carentes de valor literario y que sólo interesan por sus aspectos históricos o dialectales. Pero el romance castellano tiene aún en esa época poca tradición y pesa más el cultivo lingüístico de Navarra y Aragón de los siglos X y XI. El Liber Regum es fuertemente navarroaragonés así como los Diez Mandamientos.
Es Gonzalo de Berceo (h. 1195-1274), nacido en Berceo - aledaño al monasterio de San Millán de la Cogolla - clérigo riojano educado en los Estudios Generales de Palencia y San Millán de Suso, el primer poeta que rasga el velo del anonimato inaugurando la larga nómina de creadores en lo que ha venido en llamarse lengua romance castellana, con injusta exclusión del elemento riojano:
"Gonzalvo fue so nomme qui fizo est'tractado, en Sant Millán de Suso
fue de ninnez criado; natural de Verceo, ond'sant Millán fue nado".
Son los primeros frutos del legado cultural que La Rioja otorga a Castilla desde San Millán de Suso. Civilizó el romance castellano creando una lengua literaria, para lo cual trasvasó numeroso vocabulario desde el latín ("cultismos") y recurrió a fórmulas de la literatura oral tradicional y del mester de juglaría. Su poesía religiosa es culta, aunque se reviste de apariencia popular.
Hacia 1230 comienzan a aparecer poemas narrativos de tipo muy distinto al juglaresco. La "nueva maestría" sencilla y candorosa en Berceo, muestra en el Apolonio y sobre todo en el Alexandre un sentimiento de superioridad. Representa en nuestra literatura la primera escuela de escritores sabios. Los poetas del “mester de clerecía”, aunque componían sus obras en "román paladino" para que las entendiera el público no letrado, eran hombres doctos de ámbitos escolásticos y religiosos cultos, con saber suficiente para tomar de textos latinos los asuntos de sus poemas, ya fueran leyendas piadosas o narraciones relativas a la antigüedad pagana. Es natural que en sus escritos se refleje el conocimiento del latín en abundantes cultismos y en ello es Berceo el máximo introductor de cultismos en el romance castellano.
Pero es el marcado interés de la Corte castellana por hacer llegar la cultura al pueblo, que se manifiesta desde mediados del siglo XIII, lo que hará avanzar al romance castellano por delante de las demás lenguas romance hispanas. Y ese mérito temprano y genuinamente castellano, explicará más tarde la supremacía castellana en las influencias lingüísticas peninsulares. Alfonso X el Sabio (1221-1252-1284) reúne en su Corte a sabios judíos, conocedores de la ciencia árabe, al lado de los letrados cristianos.
Su reinado constituye un período de intensa actividad científica y literaria dirigida por el mismo rey. En torno al monarca se congregan juglares y trovadores, jurisconsultos, historiadores y hombres de ciencia. En las versiones de lenguas orientales es costumbre que trabajen emparejados judíos y cristianos y fruto de su labor conjunta son varias traducciones latinas. Pero es más frecuente que la obra quede en romance. Esta preferencia por un texto romance, absteniéndose de pasarlo al latín, respondía a los afanes y consignas del monarca para conseguir una difusión popular de la cultura. También, sin duda, era debido al hecho de que los judíos eran poco amigos de la lengua litúrgica de los cristianos. La consecuencia fue la creación de la prosa castellana. Así resultó una ingente producción: Las Cantigas, El Código de las Siete Partidas, etc. No obstante, se habían reunido tantos colaboradores alrededor del Rey que resultó difícil obtener una absoluta uniformidad de criterio lingüístico. No es así de extrañar que en la obra de Alfonso X el Sabio se encuentren todavía numerosos aragonesismos, navarrismos y occitanismos que nos hacen recordar la mayor influencia de Navarra y Aragón en los siglos pasados. El alma de San Millán de la Cogolla seguía viva, palpitando ahora en un cuerpo castellano.
A partir de Alfonso X el Sabio el romance castellano comienza a adquirir cierta estabilidad y fijeza que todavía son incipientes por falta de un largo uso anterior como lengua escrita. Las tendencias espontáneas de la comunicación oral, desarrollándose sin trabas la evolución fonética, y la coincidencia en el tiempo de hablas comarcales en diversos estadios de evolución, harían difícil la regularización del sistema morfológico. La fijación de criterios y regularización del sistema sólo podría llegar más tarde al romance castellano, como fruto del cultivo literario.
La grafía comienza a quedar sólidamente establecida y puede decirse que hasta el siglo XVI la transcripción de los sonidos romance, incluso fuera de Castilla, se atiene a normas fijadas muy principalmente por la Cancillería y los escritos alfonsíes. La labor de Alfonso X capacitó así al idioma para la exposición didáctica con lo que la prosa castellana quedaba definitivamente creada. El romance castellano había dado un paso gigantesco convirtiéndose en auténtico vehículo de cultura y se elevaba al rango de lengua, expresamente considerada oficial en los documentos reales. A partir de entonces, la penetración castellana en el lenguaje notarial y jurídico de León es definitiva. En Navarra y Aragón, al tener Cancillería Real propia, la influencia castellana es todavía menor. De todos modos, hacia el año 1300 el Fuero General de Navarra ofrece ya términos castellanos como "dicho", "drecho", "fecho","traiar", "semeiar" o "meior", aunque en minoría respecto a los propios navarros como "dito", "dreyto", "fruyto", "tayllar", "semeyllar" o "mellor". Estos ejemplos nos confirman claramente que ambos romances, el navarro y el castellano, son la misma lengua con recorridos diversos por la natural evolución fonética.
Más lejos de la influencia de Castilla, el catalán y el gallego prosiguen su desarrollo, producen literatura y alcanzan la nivelación lingüística relativa que en la Edad Media podía conseguir una lengua.