17. El enriquecimiento e ilustración de la lengua española

El español del siglo XVI es mucho más seguro que las lenguas romance de la Edad Media, pero es todavía un idioma en evolución, y sigue siéndolo hoy día. En la primera mitad del siglo XVI la conjugación ofrece todavía muchas inseguridades (coexistían: amáis, tenéis, sois, con amás, tenés, sos, que pronto quedan relegados por vulgares y desaparecen, tanto en España como en casi todas las zonas de América). Se desarrolla entonces una ingente labor de selección entre sonidos, formas y giros coincidentes, que condujo a una considerable fijación de usos en la lengua literaria, y en menor grado también en la lengua hablada. Influyó de manera notable en esta regulación el desarrollo de la imprenta, capaz de reproducir un mismo texto en multitud de ejemplares sin las anárquicas variantes de la transmisión manuscrita. La imprenta imponía la disciplina de normas gráficas, corrigiendo el individualismo de los originales.

A la vez que se desarrolla la labor de selección de sonidos y fijación de usos, el Siglo de Oro fue prolijo en estilos e inspiración. Con los Reyes Católicos había empezado el "amaneramiento latinizante". Sólo se concedía a las lenguas nativas el campo de la literatura novelística y de amores. Los humanistas aspiraban en cambio a resucitar el latín elegante de Cicerón. La mayor conciencia lingüística de la época hacía preguntarse a los más cultos por el origen de las lenguas romances, que se explicaba generalmente como "corrupción" del latín a causa de las mezclas de pueblos. Se consideraba que el romance sería tanto mas ilustre cuanto más cercano estuviera de la lengua de Cicerón. El español, recién salido entonces de su evolución medieval, carecía todavía de textos que satisficiesen las apetencias de perfección formal. Había que enriquecer e ilustrar la lengua, empleándola en asuntos dignos e importantes y cuidando el estilo.

Con Garcilaso de la Vega y Juan de Valdés empieza a forjarse nuestra lengua clásica. En casi todo el siglo XVI domina el criterio de "naturalidad y selección" mientras que la literatura barroca del siglo XVII se basará en el de "ornato y artificio". Culmina en la época del emperador Carlos V la tendencia a eliminar el amaneramiento latinizante, iniciada en los tiempos de los Reyes Católicos. "Y dígolo quanto más llanamente me es possible, porque a mi parecer, en ninguna lengua stá bien el afetación", decía Juan de Valdés. La norma general del lenguaje es entonces la expresión llana, libre de afectación, pero depurada según los gustos del habla cortesana, como en la traducción de Il Cortegiano por Boscán. El lenguaje poético de Garcilaso se convertirá en modelo para toda la poesía española del Siglo de Oro. Junto con el Lazarillo de Tormes, encarna las corrientes del pleno Renacimiento.

En cambio, en la segunda mitad del siglo XVI, con el rey Felipe II, España observa atónita las guerras de religión que desgarran nuestra vecina Francia y son causa de su fulgurante decadencia, lo que impregna España del espíritu de la Contrarreforma alcanzando esplendor la literatura religiosa. Sobresale en primer lugar, la explosión del fervor místico de Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Santa Teresa, lejos de practicar un gusto cortesano, busca deliberadamente la expresión rústica (lo que llamaba "estilo de ermitaños y gente retirada") y probablemente sin pretenderlo, desarrolla un lenguaje eminentemente artístico. En las poesías de San Juan de la Cruz, como en los mejores momentos de Santa Teresa, se convertía en realidad la frase de un flamenco, el emperador Carlos V, "el español era la lengua para hablar con Dios".

La Contrarreforma reconocía no obstante el valor de muchas conquistas del Renacimiento y buscó aprovecharlas con fines más religiosos que literarios. No rechazó el amor a las letras antiguas, pero intentaba hermanarlo con el cristianismo. Fray Luis de Granada se esfuerza entonces por lograr solemnidad y gradilocuencia, aplicando a temas sagrados las elegancias retóricas de Cicerón. Fray Luis de León es el artista exquisito que somete el lenguaje a minuciosa selección. Decía:

" Piensan que hablar romance es hablar como se habla en el vulgo, y no conoscen que el bien hablar no es comun,
sino negocio de particular juyzio ...; y negocio que de las palabras que todos hablan elige las
que convienen, y mira el sonido dellas y aun cuenta a vezes las letras, y las pesa, y las mide,
 y las compone para que no solamente digan con claridad lo que
 se pretende dezir, sino tambien con armonia y dulçura".