Nota 5.3

Durante siglos, prácticamente los únicos medios para aprender a leer en vascuence fueron las catequesis y los rezos y cánticos litúrgicos. Aunque actualmente este aprendizaje se realiza primordialmente en las ikastolas y la asistencia a los oficios ya no es siempre numerosa, la actividad eclesiástica sigue teniendo una gran influencia en numerosos pueblos de la montaña de Navarra. El proselitismo nacionalista-separatista a través de la extensión del vascuence ofrece a menudo el siguiente argumento evangélico-victimista: “para quien desee cumplir el mandato evangélico de solidarizarse con los más necesitados y los más débiles resulta coherente adoptar una postura favorable hacia las lenguas minorizadas y minoritarias”.

El obispo de Calahorra y la Calzada en el siglo XVII, sabedor de la existencia de zonas rurales vascófonas en su diócesis, reconocía que no era fácil dar texto impreso o explicación de doctrina cristiana que uniformemente pueda servir en todas las tierras donde se habla el vascuence, por la mucha diferencia que hay en el vascuence de unos lugares a otros. Sin embargo pide a los sacerdotes que hagan el mayor esfuerzo posible por utilizar el vascuence y si la variedad dialectal de uso de voces no les permite abarcar mucho en la enseñanza de la doctrina, les recomienda que busquen a su alrededor alguna "persona docta" para que comunique entre ellos y el pueblo. Así nos lo revela un texto del año 1700, "El vascuence en la Diócesis de Calahorra y la Calzada", procedente del Convento de Carmelitas Descalzos de Zaragoza. Debemos tener nostalgia de ese pasado anterior a la exacerbación de los nacionalismos del siglo XIX-XX en que se aceptaban de manera natural los influjos involuntarios, las influencias benignas que acompañan toda evolución natural de las lenguas.

Actualmente, la importancia que los nacionalismos vascos dan a la contribución de la Iglesia en la preservación de lo vasco se pone de manifiesto en la siguiente carta del párroco de Mendavia, Domingo Urtasun, que dirigió a Diario de Navarra a finales de mayo de 2007. Al menos 40 sacerdotes navarros habían recibido unos días antes de las elecciones de mayo 2007 cartas sin firma con coacciones nacionalistas que pretendían amedrentar a los párrocos de diversos lugares de Navarra para obtener ganancias electorales con la colaboración de esos párrocos.

"A quien concierna:

He recibido una carta sin remite y sin firma, a la que contesto públicamente, con la esperanza de que sea leída por los interesados.

Mi primera impresión fue de sorpresa. Pero después de releerla detenidamente no dudé en pensar que lo que tenía en mis manos era un panfleto del más rancio corte estalinista. Esto se desprende ya desde el primer párrafo que dice literalmente: «Nos dirigimos a Vd. porque venimos constatando su inhibición y escaso interés en la defensa de la Iglesia Vasca». ¿Desde cuándo existe la «iglesia vasca»? ¿Quién es el fundador de tal iglesia?
¿Quiénes son sus autoridades? ¿En qué lugar de Euskal Herría residen?... No alarguemos inútilmente este interrogatorio. Yo he sido bautizado en la Iglesia Católica, que tiene su origen y fundamento en Jesucristo. Mi Obispo y el Papa son mis autoridades. Y todos mis esfuerzos están orientados en esa dirección. Por otra parte, ¿quiénes son Uds. para pretender «obligarme a trabajar más activamente por una Euskal Herría libre, soberana e independiente», como afirman en su carta? Desde mi infancia aprendí que mi patria es España. En ella he crecido, en ella vivo y en ella espero morir, si Dios quiere. No estoy, en absoluto, por la labor de establecer nuevas fronteras, sino más bien por derribar muros y mugas que nos separen.

Tienen la desfachatez de señalarme algunas tareas, como por ejemplo: «poner nombres vascos a los que se bautizan». Señores míos, ¿de verdad que hablan en serio? ¿Estarían dispuestos a aceptar que el cura pusiera los nombres a sus hijos? No me lo puedo creer. Para darle consistencia a tan absurda proposición citan «el comportamiento ejemplar de muchos curas patriotas». Yo pensaba que este lenguaje obsoleto y arcaico, y este afán por promover «iglesias patriotas», sólo se daba en la extinta Unión Soviética y en los países de su órbita comunista, sin excluir la China de Mao Tse-Tung. Esto me suena a manual de Marxismo-Leninismo para principiantes.

Finalmente, su atrevimiento llega hasta «pedirme, también, el voto para H.B. ¡Qué más da cómo nos llamen los fascistas?!» Pues va a ser que no. Sería lo último que se me pudiera ocurrir. ¿Cómo voy a votar por quienes no son capaces de condenar la violencia que asesina indiscriminadamente, y no sienten ningún escrúpulo al profanar los humildes monumentos que el pueblo erige en recuerdo de las víctimas del terrorismo, como acaba de suceder en Berriozar con el monumento a Francisco Casanova, a quien me correspondió enterrar? Es como volver a asesinarlo de nuevo. De verdad que no me resulta ilusionante colaborar con sujetos de semejante catadura moral.